jueves, 2 de enero de 2020

Plagio, ¿qué plagio?


Durante las primeras carreras de la temporada 1978 se dio la curiosa circunstancia de que compitieron sobre la pista dos equipos diferentes con un monoplaza esencialmente idéntico.

La anécdota ha pasado a nuestros anales como una de las circunstancias más rocambolescas del deporte y, a lo largo de los años posteriores, se ha consolidado la idea de que Arrows plagió a Shadow cuando, en sentido estricto, no existió ninguna copia sino, acaso, una explotación indebida de un único diseño.

Efectivamente, el Shadow DN9 y el Arrows FA1 eran el mismo vehículo. No había dudas, no había más que verlos. La cosa era tan patente que Shadow no pestañeó ni tanto así a la hora de llevar a Arrows ante la justicia, aunque los tribunales terminarían quitándole la razón.

Hay que irse al año anterior para entender el meollo de la cuestión. Shadow contaba con Don Nichols, el fundador, Alan Rees, el ex piloto Jackie Oliver, y el ingeniero y proyectista Tony Southgate. En 1977, la escudería de Northampton atravesaba un momento económico bastante delicado que no auguraba nada bueno, y puesto que Nichols se estaba llevando la pasta y no cedía un ápice en su modelo de gestión, la ruptura se sirvió en bandeja a finales de aquella campaña.

La nueva aventura echaba a andar en 1978 en la base de Milton Keynes. La promovieron Olivier y Rees inicialmente, se sumó Southgate y contó rápidamente con el refuerzo de Dave Wass y el apoyo del millonario Franco Ambrosio —el acrónimo ARROWS surge de conjugar las iniciales de los apellidos estos cinco protagonistas—, de modo que en menos de lo que canta un gallo apalabraban que Riccardo Patrese fuese piloto oficial porque ya disponían de coche...

Bueno, en este punto conviene que nos pongamos en situación y nos mostremos algo más indulgentes que de costumbre porque no hay tanta mala intención como parece. Tony Southgate había proyectado el Shadow DN9 y su alma de artista —los ingenieros también la tienen—, le llevó a considerar que la idea era suya y sólo suya, vamos, que le pertenecía y se la podía llevar bajo el brazo, como así hizo. Lógicamente quien había pagado su trabajo en Shadow pretendió hacer valer su derecho a la propiedad.


El DN9 no fue un gran coche (arriba de estas líneas lo tenemos). Estamos en los primeros pasos del efecto suelo y el monoplaza acusó la ausencia de su creador. Se mostraba lento, nervioso y con escaso margen de evolución, y fue inmediatamente superado por el FA1 de Arrows (lo mostramos debajo).


Esto del margen de evolución tuvo su importancia durante el proceso legal y sirvió de eximente. Inicialmente, las ideas eran las mismas pero estaba claro que el padre de la criatura había sido el bueno de Southgate porque era quien mayor provecho estaba sacando de ellas —en el Gran Premio de Austria se estrenaba el A1 con diferencias tan notables sobre el FA1, y por ende con el DN9, que trazar paralelismos o similitudes resultaba demasiado aventurado.

Los tribunales fallaron en favor de Arrows en agosto de 1978, y se cuenta que, conocida la sentencia, ésta cedió partes del desarrollo del FA1 a Shadow, lo que a la postre le supuso a la de Nichols una interesante inyección de oxígeno.

Os leo.

1 comentario:

ivano dijo...

Me encantan las clases de historia con su correspondiente imagen, qué toscos y simples eran los autos, y qué maravillosos.