lunes, 20 de enero de 2020

Pierre y el psicópata


Sólo se le ocurre a herr doktor seguir mareando la perdiz con el asunto Gasly seis meses después de haber dado una patada en salva sea la parte a uno de sus pilotos, y recalco que Pierre es uno de sus pilotos porque Fernando Alonso también era piloto de Ron Dennis hasta que el asturiano decidió irse de casa...

Marko no me cae bien, lo sabéis de sobra. Es un tipo al que le sacas de su decorado actual y podría pasar por un resentido de película —ahora entran Alex o Abel y gritan: ¡hala lo que ha dicho!, ¡para criticar a Helmut hay que haber sido piloto F1 o ganador de Le Mans!—, pero es la puñetera verdad y lo sabéis, porque si el francés no cumplió las expectativas o se vio superado por las circunstancias se ha debido, también, a que quien lo puso al lado de Max Verstappen al inicio de esta temporada metió la pata hasta el zancarrón, como dejando marchar a Daniel Ricciardo, bajando a Daniil Kvyat, poniendo trabas a la carrera de Carlos Sáinz, o portándose como un maldito hijo de su madre con Jaime Alguersuari.

Al austriaco lo salva el puesto que ocupa en el entramado Red Bull, que lo ha convertido en un señor de la guerra que juega con sus chavales moviéndolos como fichas de ajedrez y los sacrifica como si no hubiera sangre por medio. Es el típico ingeniero o arquitecto que no sabe ver los errores de diseño hasta que nos los descubre en el avión o coche realizados a escala 1/1, o en la fachada restaurada o en esa puerta que no satisface su fino paladar hasta que no está montada sobre sus bisagras y cierra y abre.

Es un tipo con nula capacidad para ver posibilidades. Elige un candidato a cumplir sus sueños y hace que todo encaje a su alrededor a martillazos, y si hay que matar se mata, y si hay que anular se anula...

Max es el New Project Red Bull y de ahí no lo sacamos, y en consecuencia, todo lo que rodea al holandés ahora es terreno baldío porque el chaval de Jos es el eje sobre el que rota la realidad de nuestro protagonista, un perfecto gilipollas con poder.

Si Gasly no era el tipo, pues puerta y a otra cosa, mariposa. Si lo era y todavía mantiene posibilidades, como parece, la cagada es responsabilidad del capitán de aquello de donde manda capitán no manda marinero. Venir ahora reabriendo esa herida y dando lecciones que no ha pedido ni Pierre ni nadie, únicamente significa que Marko no duerme tranquilo y pretende que seamos nosotros quienes le entendamos cuando no lo entiende ni su madre. Y es que como decía antes, no se trata sólo del francés: hay demasiados cadáveres en las cunetas de Vettel y Verstappen como para pensar que Marko no se hace la picha un lío con sus pilotos y sólo sabe asesinar por la espalda a quien osa demostrarle que es un necio que se equivoca.

El poder y la autoridad son dos cosas distintas. Herr doktor ni lo entiende ni creo que lo entienda jamás. Su soberbia le impide aceptar que a veces viene bien que los planes se tuerzan o que resulta la mar de saludable llevar la contraria al patrocinador principal (Heineken en estos instantes), con tal de dar una puñetera oportunidad a valores que merecen menos dosis de cortoplacismo y algo más de mano izquierda por mor de sacar adelante la idea.

En mis sueños más húmedos, lo confieso, imagino que Jos Verstappen, el padre de la criatura, terminará mandando a Marko al mundo al que pertenece: al recreado en Cuentos de Navidad (A Christmas Carol). Un universo decimonónico en el que triunfaban los individuos más caducos. Los winners, esos que alaba tanta gente porque no los ha sufrido en sus propias carnes. Esa estirpe de imbéciles fríos de seso y corazón, que rebosa sicópatas carentes de la más mínima empatía, que no asimila que sus decisiones arruinan vidas y sueños con tal de tener razón en un campo de juego en el que el árbitro se muestra casero y le importa un pimiento que se note.

Os leo.

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