jueves, 2 de enero de 2020

Juegos florales


Lo de «el compañero es el peor enemigo» es algo que deberíamos empezar a desterrar de nuestros recursos épico/festivos para este 2020 recién estrenado.

Admito que queda muy cuqui escribirlo, pero que levante la mano quien pueda señalar una sola escudería de nuestra actual parrilla en la que la bendita frase adquiera su completo sentido. Williams desde luego no, con el hierro que han tenido durante 2019 Russell y Kubica, nadie negaría que el auténtico enemigo estaba en Grove. El Haas aún menos, Magnussen y Grosjean, en vez de enemigos parecen dos amiguetes que gastan su vida y aptitudes en un prolongado estado de juerga...

¿Alguien sabe algo de cómo han terminado las hostilidades en pista entre Raikkonen y Giovinazzi en Alfa Romeo? ¿Stroll es el enemigo de Pérez en Racing Point...? Realy, George?

Desde que hay un señor al otro lado de la radio que le dice al piloto por el pinganillo lo que debe hacer o con qué tiene que conformarse, la jerarquía se impone y soñar con vibrantes enemistades supone una quimera o un señuelo para adolescentes. El peligro real entre compañeros surge de la capacidad de los conductores para hacer la guerra por su cuenta si hay oportunidad, claro. Arreglado este aspecto porque existe un orden claro en cada equipo que nadie se puede saltar, pues poquito más se puede decir, la verdad.

Kvyat, y Albon primero y Gasly después, no se pueden considerar enemigos al uso en Faenza. Toro Rosso ha estado embarcada en hacer los deberes a Red Bull y resulta complicado ver más allá de lo que supone un mero compromiso con sus respectivos desempeños. Pierre bajaba y Alexander subía a la de Milton Keynes a partir del Gran Premio de Bélgica, pero Max Verstappen no tiene enemigos reales en casa.

En la de Enstone ha pasado tres cuartos de lo mismo. La necesidad de hacer progresar la iniciativa de La Régie tanto en la unidad de potencia como en el propio monoplaza, ha impedido que Ricciardo y Hulkenberg se hayan visto realmente las caras, lisa y llanamente porque las prioridades eran otras. Y en Woking igual, con Norris y Sáinz más comprometidos en sacar adelante el MCL34 y todo lo que le ha rodeado que en dirimir sus propias cuitas.

La rivalidad es una cosa, imprescindible en nuestra actividad ya que está inserta en su ADN, y otra bien diferente que «el compañero siga siendo el peor enemigo» como cuando Prost y Senna se fajaban como sobre el asfalto. Tenemos la evidencia de Valtteri Bottas frente a Lewis Hamilton, y la certeza de que si al británico no le sucede nada, Dios no lo quiera, el de Nastola no se va a comer un colín hasta la finalización de su contrato. Y para terminar, la de Leclerc ante Vettel, que no nos hemos librado de algún que otro sonrojo ni con un Sebastian en un bajísimo estado de forma y el monegasco al alza...

Nuestra Fórmula 1 ha erradicado la idea de que dos gallos puedan compartir el mismo corral. Sin duda resultaba arriesgado y es hasta cierto punto comprensible que ahora se elija a los pilotos casi exclusivamente por la posibilidad de que ayuden a perpetuar el orden establecido. Es más cómodo así, dónde va a parar...

Os leo.

1 comentario:

ivano dijo...

El problema sabemos cual es https://www.youtube.com/watch?v=cVGugZNejKQ y hay que justificar la cuenta de resultados para los sueldos que se pagan a las "estrellas"