martes, 22 de mayo de 2018

Don Sergio y los cadáveres


Estaba cantado que a Sebastian le iba a tocar pagar los plotos rotos de la aventura de don Sergio Marchionne, ya que, como sucedió cuando Fernando Alonso desembarcó en Ferrari en 2010, los tiempos en que se podían invertir varios años en levantar un proyecto, incluso mediante fortísimas inyecciones de dinero, eran historia cuando se hizo cargo de su puesto.

Parece que fue ayer, pero vamos para el cuarto año desde que Marchionne dio el golpe de gracia a Luca Cordero di Montezemolo y se hacía con el control absoluto de Maranello.

La paulatina salida de Ross Brawn, Michael Schumacher y Jean Todt, así como la lenta dilución de la figura de Rory Byrne, quien empezó a surgir sólo para bendecir con su nombre tal o cual diseño de monoplaza salido de la fábrica, abrió de par en par una etapa que los british denominaron italianización, un sencillo cajón de sastre que en el fondo consistía en una brutal reducción de recursos.

Marchionne ya estaba allí, al frente de FIAT Group, propietaria de Ferrari, y al amparo de esa lógica ladina que mueve las corporaciones, resultaba incluso normal que se apretara el freno en Fórmula 1 tras las monumentales inversiones realizadas desde mediados de los noventa del siglo pasado en adelante, entre otras cosas, también porque en 2009 el grupo había adquirido una golosa participación en Chrysler y no andaba el horno para bollos.

En fin, a lo que vamos. Montezemolo se comportó como un hombre en este sentido.

A pesar de las numerosas quejas provinientes de los cuadros técnicos al respecto de la necesidad de mejorar y modernizar las intalaciones y sobre todo, el túnel de viento, ahí estuvo el tío, firme al timón. No es por nada, pero el túnel de Renzo Piano está capacitado para funcionar al 100% en 2013, y más o menos por esas mismas fechas, Pedro Martínez de La Rosa se integra en la mítica para poner a tono el simulador, aunque por aquella época todavía resultaba recurrente leer o escuchar alusiones a que La Scuderia no podía recuperar el terreno perdido si no cambiaba de filosofía, es decir, si no abandonaba la italianización de los cogieron, que como decía antes, significaba en cristiano que la rossa necesitaba aumentar sus inversiones en F1 cuanto antes...

No os aburro. 2014 supone un año complejo. Se marcha Stefano Domenicali y es sustituido por Marco Mattiacci, un hombre del clan que entendía muy poco (o nada) de nuestro deporte, pero que sabía gestionar recursos. Y como no hay dinero arriba, ni va a llegar, se remanga y mete mano a lo único que queda: tratar de optimizar la fábrica y el equipo que disputa el Mundial, con pésimos resultados, por cierto.

Y es en este instante cuando Marchionne decide aplicar la única metodología que funciona en Fórmula 1, y entonces saca su talonario con seis años de retraso y comienza a hacer lo que no se ha hecho hasta el momento: invertir, claro.

Pero como en este tipo de historias no suelen tener finales felices ni nadie acaba comiendo perdices, en vez de asumir que es el principal causante de la lamentable situación que atraviesa Ferrari, don Sergio se pone a matar (metafóricamente hablando) a todos los testigos del antiguo régimen, empezando por Montezemolo, a quien ya habían adelantado Fry y Alonso, y a quien seguirán Tombazis y Marmorini, etcétera, y sustituye a toda esta tropa por Maurizio Arrivabene y sus leales, con Sebastian Vettel como líder visible del nuevo y exitoso proyecto.

Y os cuento todo esto por si por un casual La Scuderia no remata la faena en 2018, recordéis entre los temporales mediáticos que por mucho que la prensa sacuda al piloto de Heppenheim, el auténtico culpable de lo que viene siendo esta última década para la rossa, seguirá sentado en su sillón al frente de Ferrari, eso sí, rodeado de cadáveres como en las tragedias shakespirianas o en cualquier capítulo de Juego de Tronos.

Os leo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo positivo en esta nueva etapa es que pilotos y cuadros técnicos están bien compensados. Igualados lo que se diría.

Porque si algún componente del sistema comienza a asomar las orejas y destacar por méritos propios, enseguida comienzan los epitelios a enrojecerse. A respirarse un ambiente que algunos puedan considerar pelín tóxico.

Ahora que todos son unos mantas, pues ya funciona eso como una verdadera y entrañable familia. Todo es ir inmediatamente y arropar al que queda con sus partes expuestas.

La clase de equipo que tanto gusta al Wolff, al Lauda...

Anónimo dijo...

cuando estaba Alonso él sacaba al coche más de lo que le orrespondía, y hacía unas carreras que hacía mucho que no se veían dentro de la Scudería. Y que eso se supiese, se alabase en muchos sitios y sobre todo que muchos tifossos lo reconociesen (esos gritos de Aloooonso, Aloooonso sobre todo en la carrera de Italia dolieron dentro del equipo porque no eran Ferraaairi, Ferraaari)hizo que en la cúpula de Ferrari se prefiriese tener a un piloto de menor categiría pero que no sobresaliese por encima del equipo. Ahora no se ven esas carreras épicas. Ahora si el coche es bueno, ganan (o a veces no por errores de unos (equipo)y de otros (piloto)y si no lo es se quedan por debajo de lo esperado. Ellos se lo han buscado

marta