jueves, 8 de diciembre de 2016

Mala cosecha [Ferrari]


En Fórmula 1 hay años buenos, malos y peores, y según sea el tipo de lector se escoge la calificación (de calificar, de poner adjetivo) que mejor convenga. En este orden de cosas, mientras existe en Ferrari quien piensa que 2016 no ha estado tan mal y que incluso podía haber sido mejor (sic), la mayoría de tifosi consideramos que ha sido una temporada ramploncilla, mientras el grueso de la afición a esto del motorsport opina que ha sido tan mala que mejor olvidarla.

Supongo que todos tenemos nuestra cuota de razón —el amor, que ciega y atempera los ánimos, y el odio, que los aviva; ya sabéis...—. Lo que no quita que a la hora de valorar a la italiana en su conjunto, un escalofrío recorra mi espalda de tifoso antes de escribir que la campaña 2016 no ha sido, ni de lejos, lo que se esperaba. 

Las elevadas expectativas despositadas en una sesión de tránsito, la canonización de don Sergio Marchionne como martillo de herejes, las prisas y el «entre todos la mataron y ella sóla se murió», que decía mi abuelillo José Oyarbide, han tenido, desde mi humilde punto de vista, más importancia en los resultados que el abandono de James Allison tras el triste fallecimiento de su esposa Barbara o las sucesivas meteduras de pata de un Sebastian Vettel muy poco entonado durante buena parte de la temporada.

El exceso de presión suele ser malo aunque en Maranello vaya en la nómina, pero si a ello le sumamos la que venía de los mercados de valores vía un Sergio Marchionne más preocupado por encajar acciones o por distanciar su política de la de Luca Cordero di Montezemolo, el polvorín estaba servido desde casi pretemporada y la mecha la iba a prender precisamente la presión sobrevenida.

Prisas y más prisas. En todos los sentidos y en todos los ámbitos. Más por contentar a un idiota como Marchionne que por pelear un campeonato en el que terminar segunda resultaba un sueño asequible. Lo escribí en los primeros meses de este año: a Arrivabene, Vettel y Raikkonen les iba a tocar bailar con la más fea. Y la prueba del algodón la encontramos en que Ferrari ha recobrado la calma precisamente cuando Marchionne cejaba en sus bobadas, después de Monza.

Pero ya era tarde, para Ferrari y para mi jamón. 

Con este reglamento en la mano nadie podía acercarse a Mercedes AMG. Todo consistía, por tanto, en fijarse en la de Brackley para abrir terreno frente a la insolente Red Bull. Pero hasta en esto don Sergio se ha pasado de la raya. 

Gastar todos los tokens restantes para quedar fardones en el Gran Premio de Italia supuso la guinda para un pastel que venía tiempo yéndose abajo. A partir de ahí (siete carreras, un tercio del calendario), La Scuderia ha peleado con lo puesto, en inferioridad de condiciones frente a una Red Bull que ha sabido gestionar mejor sus recursos —Renault (TAG Heuer en la de Milton Keynes), optimizaba su unidad de potencia en Singapur y aún le quedaban algunos tokens de reserva por si las cosas se ponían feas—, y, lógicamente, claudicaba frente a la austriaca.

Decía en los párrafos iniciales que 2016 no ha sido, ni de lejos, lo que se esperaba. Y quizás todo se reduzca a este sencillo anagrama: el equipo ha ido mejor cuando tenía todo perdido que cuando Marchionne señalaba con su dedo el horizonte. 

Os leo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero tranquilos, que ya han descubierto que la solución se llama Binotto...

chema dijo...

Si el director técnico de tu equipo desaparece tras las primeras carreras lo lógico es hacer una temporada ramplona.

Buen motor, chasis decente y nula evolución aerodinámica salvo test para 2017 en las últimos grandes premios.