domingo, 4 de diciembre de 2016

El hombre tranquilo


En un mundillo que babea con los ingenieros y las máquinas, que si pudiera erradicaría el Mundial de Pilotos aunque pierde el culo hablando de ellos en cuanto tiene ocasión, no es de extrañar que los segundones de esta mandanga hagan de tapaos de la historia. 

Más importante incluso que los presidentes, la figura del tapao ha sido emblemática en política, de siempre. En México solía corresponderle este papel al Secretario de Gobernación, en lo nuestro, se circunscribe a esos individuos que parecen no servir de nada que no sea llevar a buen puerto los cacharros que diseñan sus eminencias.

Culpables de los errores, de todos los errores, incluso de los más trágicos, son sin embargo el alma que sustantiva por qué nos gusta la Fórmula 1.

Armas de combate, puritita elite, excelso fruto de la destilación de lo mejor que da el motorsport, el piloto de F1 es un puto punto y aparte, que nos quede claro. Del primero al último corre arriesgando dinero, dignidad, fama y vida, para que nos divirtamos cada fin de semana de carreras y los ingenieros saquen pecho por sus inenarrables hazañas. Vuelan bajo, a veces a más de 300 km/h, y cazan cuando les dejan, para que les escupamos por no haberse sacrificado lo suficiente. Y de entre ellos, hay tres o cuatro, o cinco, que colman nuestro anhelos y merecen que nos los tomemos en serio como si nos necesitaran.

Sabéis de sobra lo que pienso de alguno de ellos, pero si los critico es porque también los tengo en cuenta, porque imagino lo que hacen, porque sé que yo no lo haría ni en lo que dieran de sí siete vidas.

Podría limitarme a hablar de los ingenieros que diseñan sus monoplazas, de si el difusor sirve para esto o para esto otro, o de si esta tuerca o este tornillo, o el de más allá, suponen evolución o retroceso, pero prefiero mirarlos, ver su sudor, escuchar sus juramentos y excusas, o su venirse arriba, sencillamente porque entiendo que la Fórmula 1 es una situación descompensada, en la que el tapao, como el ilustrador en un libro plagado de imágenes, es una metáfora de cómo de jodido y descabellado anda el mundo.

Ricciardo es mi héroe. Daniel es el tipo perfecto. Ahí, siempre donde toca.

Max tiene contrato de número 1 pero el australiano es quien ha defendido el RB12 y quien está desarrollando el RB13, y quien lo llevará a buen puerto en un microcosmos desigual que pasará de su culo como de la mierda en cuanto empiecen a llegar las victorias. Y eso es lo que más me atrae de aussie junior: su capacidad para estar por encima de todo, siempre con una sonrisa en la boca.

Querría que ganara un Mundial, pero comprendo que la cosa está cara.

Redujo a pulpa a todo un Sebastian Vettel. Aguantó estoicamente que Red Bull le arruinara la posibilidad de ser subcampeón en 2014. Navega en la actualidad con derrota firme para ejercer de sombra de un chiquillo que acabará grabando su nombre en las crónicas de nuestro deporte.

Pero cuando todo esto termine y los temporales sean un miserable recuerdo, quiero sostenerme, al menos, en que un día como hoy, 4 de diciembre de 2016, os recordé que no hay gran señor sin gran vasallo, y que la historia la escribirán los vencedores, sí, pero tras ellos hubo y ha habido siempre héroes, tapaos, menores, anónimos, ninguneados, tildádlos como queráis; gente como Daniel Ricciardo, a la que deberemos un monumento por su inestimable contribución a que sigamos creyendo, a que sigamos confiando en que más allá de la bruma podemos encontrar una sonrisa de alguien honesto que compite por disputar carreras divirtiéndose. En el lugar que sea, donde sea, como sea.

Os leo.

2 comentarios:

Bertor dijo...

Es cierto que a los segundos nunca se les recuerda. Y supongo que esto hace más grande la lucha de los títulos conseguidos por los pilotos Mercedes. Estos años hemos visto cómo luchaban en igualdad de condiciones y podían demostrar quién era mejor en cada momento. Supongo que Barrichello, Webber o Ricciardo se han muerto de la envidia...

Anónimo dijo...

Si existe un lugar despiadado y alejado de toda moralidad en este circo (que no sea dirección de carrera, por supuesto) ése es el box de Redbull. Es por esta voracidad que a la mínima, volverán a estar entre los primeros.

La putada que le han hecho a Ricciardo en Mónaco este año, no tiene nombre. Ha sido bastonazo y bien dado, a la vista de todos. Un aleccionamiento, como en Hungría 2007.

Gran piloto sin duda ninguna, y un buen chico. Leal a su equipo. Ser leproso, le puede tocar a cualquiera, no es su culpa. Pero algún día dentro de muchos años quizás se arrepienta de no haber apagado el motor allí mismo, bajándose del coche para ciscarse en la madre del malintencionado cíclope que habita la esquina más oscura del box. O al menos demorar la salida otros quince o veinte segundos, ya puestos, no? Que no iba a pasar nada hombre, mira al Kvyat. A lo mejor cometían el error de dejarlo libre para marcharse a otro equipo. Audentis fortuna iuvat.