martes, 27 de diciembre de 2016

May the force be with you!


Por fortuna hay muchas actitudes que cura la edad, aunque por desgracia, la tontería es una de las más resistentes al paso del tiempo.

Lo he escrito aquí innumerables veces, y es normal porque en esta miseria de blog han trancurrido mis últimos nueve años y medio —la Fórmula 1 da para mucho pero mi propia vida da para mucho más—: todos y cada uno cedemos una parte de nosotros mismos a esos ídolos infantiles o juveniles, o maduros, a los que debemos una buena parte de nuestro crecer.

Quizás aquí radique la razón de que me considere un aficionado más de piloto que de escuderías o proyectos, y de que me muestre reacio a tragar con una modalidad de explotación deportiva que por sustantivar la excelencia de las marcas, arrincona a los seres humanos que se juegan el tipo cada fin de semana de carrera.

En los setenta del siglo pasado nuestro deporte vendía tabaco y necesitaba que los héroes fuesen viriles, hoy, sin embargo, la prima donna es el ingeniero y dicen que el piloto sólo ayuda a pulir el setup...

Seguimos vendiendo intangibles, como sucede en el cine, pero cuando he conocido la muerte de Carrie Fisher y he leído las inevitables referencias y comparaciones al respecto de sus intervenciones en los primeros capítulos de la saga Star Wars, he recordado el poco valor que le damos a las arrugas y lo mucho que huímos de las patas de gallo, olvidando en el camino que la actriz o el actor ponen alma al personaje, como nos decía Salvador Mora que la ponen los pilotos a unas máquinas que, sin su contribución, no tendrían ningún sentido.

No ha fallecido Leia Organa, la princesa. Ha muerto la mujer que la dio vida y personalidad en un formato de cine, en el cual, los efectos especiales empezaban a ser tan importantes como ahora. Obi-Wan Kenobi no podrá responder jamás a su llamada, aunque gracias a Dios, nadie ha mencionado (todavía) que Carrie se parecía a Senna.

May the force be with you!

1 comentario:

Aficionando dijo...

Me enteré de la noticia al llegar a casa después de ver con mi hijo y mi chica Rogue One, donde aparece ella durante unos pocos segundos recreada por ordenador, joven y lozana. Durante el camino a casa traté de explicar a mi hijo el follón de la numeración de las pelis de Starwars. Para mí la primera es La guerra de las galaxias, y para él es la cuarta. La que vimos ayer vendría a ser la tercera-bis. En fin. Se va una parte de mi infancia y adolescencia.