sábado, 31 de diciembre de 2016

Supercalifragilisticexpialidocious


Se está acabando 2016 y antes de que se vuelva definitivamente arena entre los dedos, quiero echar el primer ratito de la tarde hablando sobre el prodigio de creatividad que ha surgido de un cambio de reglamento como el que afectará a la Fórmula 1 en 2017.

Ha sido romper la baraja de lo conocido y plantear la posibilidad de cambios radicales tanto en la forma como en el contenido (aerodinámico, en este caso), y que hayan aparecido multitud de alternativas visuales a cuál más interesante.

Entiendo los remilgos que han mostrado algunos. La mayoría de ideas plasmadas en ilustraciones 3D no se podrían llevar a la práctica, y las que se acercan a eso que entendemos como futurible en nuestro pequeño entorno de tradiciones y vicios, seguro que ni por asomo se parecen a los proyectos que han sido elaborados por los ingenieros de las escuderías, auténticos conocedores de los entresijos de la normativa 2017. 

No obstante, el trabajo de estos artistas me merece un momento de reflexión. El futuro no existe, lo imaginamos en el presente y a partir de esa chispa germinal surge lo demás, como quien a partir de un trozo de arcilla va dando forma a una vasija o a una figura. No es justo, por tanto, que desechemos todo este caudal de imaginación bajo la excusa del «no resulta viable».

Es obvio que no lo es. La imagen de entrada, que se corresponde a una de las muestras aparecidas el domingo pasado en Motorsport [Gallery: Fantasy F1 2030 design concepts – Ferrari & Red Bull], alude a un tipo de vehículo que podría competir en un lejano 2030. ¿Cuantos cambios de reglamento habremos sufrido hasta entonces? ¿Qué límites establecerá la normativa? ¿Qué materiales se usarán? ¿Cómo serán los circuitos donde se disputen las pruebas...?

Es bonito, y sugerente, adentrarse en el mañana. Además, no existe riesgo alguno en equivocarse. 

Mirad por dónde: en nada nos ponemos a dos años vista de aquel sucio 2019 que nos proponía Blade Runner. ¿Vamos a dejar de ver la película? ¿Roy Batty dejará de ser una bellísima metáfora del ser humano, simplemente porque Philip K. Dirk escribió Do Androids Dream of Electric Sheep? en 1968? No lo creo.

Entre otros, tanto Andries van Overbeeke como Matus Prochaczka, autor del material sobre el que estamos hablando, se han acercado a la cornisa de la azotea y han mirado lejos, más lejos de lo que hemos soñado ver nosotros. ¿Acertarán, se equivocarán? ¡Qué más da! Desde un punto de vista multidisplinar, su contribución es inestimable porque nos ofrece pistas sobre esa zona ciega que llamamos futuro, en la cual, desgraciadamente todo son incógnitas.

Os leo.

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