Era yo a quien Jero debería haber dedicado un funeral irlandés, por edad y cumplir estadísticas, por nada más, acaso por una miaja de esa justicia en la que no creo. Ya sabéis: prohibidas las lágrimas, abundancia de bromas, chistes y picoteo, mucho alcohol y jolgorio a raudales en agradecimiento al tiempo compartido.
Como a Ferrari, se nos jodieron los planes este pasado verano —da igual cuando leáis esto—. Muy pocos lo sabéis, pero Jero estuvo a punto de irse del todo a mediados de agosto, aunque firmó una brutal remontada y nos ha regalado tres meses y unos días más, en los que he tenido la inmensa fortuna de poder estar lo suficientemente cerquita como para jalearle cada conquista en sus duros día a día, enfadarme y ponerme serio en mala hora, y también reírme con él, porque, con él, desde finales de 2014 todo ha sido alegría, una alegría dulce, infinitamente dulce.
Bueno, nos habéis visto juntos en los directos a los que me invitó y sería triste por mi parte negar lo evidente. No, no voy a cometer ese pecado, descuidad. El funeral irlandés me ha tocado celebrárselo a Pitufo y sólo os digo que, por teléfono o Mensaje Directo en Twitter, nos comportábamos infinitamente peor, como dos perfectos críos. Otra cosa era que luego salíamos al exterior y nos decíamos «¡Hombre!, ¿cuánto tiempo?» aunque hubiésemos estado dos horas charlando de nuestras cosas por privado.
Ahora mismo se siguen sumando anotaciones de condolencia que me han hecho derramar alguna lágrima, pero existía un Jero al que quiero retratar.
Jero amaba a Agnes por encima de todas las cosas, más allá de la ingeniería y de sí mismo, y convenía no olvidarlo porque él se prolongaba en ella. En su vida pública ha sido generoso hasta decir basta, incluso con aquellos que le dieron la espalda cuando comenzó a despuntar. Gozaba de un don que no es habitual: hacer comprensible lo complicado, poner palabras sencillas a lo más secreto y arcano de la mecánica y la tecnología, que se escribe pronto, lo sé, pero no por ello deja de ser destacable. Edward Said y Antonio Machado llenaban sus aulas de gente que sólo se acercaba a ellas para escucharles...
Para mí ha sido un amigo que me proporcionó estabilidad y me ayudó a restañar heridas profundas. ¿Cómo cojones no iba a quererlo como si tratase de mi propio hijo?
Jero se ha ido esta madrugada poniendo punto y final a una historia que no debería haber terminado jamás, pero el guión de nuestra existencia nos llega redactado y en sobre cerrado, aunque cabe reconocer que, el muy canalla, ha dejado los deberes hechos y nos ha puesto en la tesitura de valorar cómo ha modificado nuestras vidas su presencia. No sé vosotros, pero a mí me ha vuelto más templado, más reflexivo y proactivo, y mira que resultaba complicado...
Lo extrañaré como no os puedo contar, pero ahora alzad conmigo vuestras copas o refrescos y brindemos alegres por un ser irrepetible, gigantesco, noble y bueno, que ha estado a nuestro lado y ahí permanecerá, que nos ha dado todo y esta pasada madrugada nos ha dicho adiós, sencillamente porque no podía más.
Os leo.
2 comentarios:
Es curioso el cariño que se le puede tener a alguien que no conoce uno físicamente, sino tan sólo a través de unos posts intercambiados en eso que ahora se llama "equis".
La marcha de Jero deja un gran vacío, porque no era sólo un ingeniero, alguien además con una capacidad de transmitir conocimiento de forma asequible para sus seguidores y oyentes; no, no era sólo eso, era un gran tipo, una persona humilde y sencilla en el trato y eso se reflejaba en su voz, tantas veces escuchada en GPCast, también en su discurso, siempre calmado y reflexivo.
En fin, la vida sigue, pero un poco más pobre. Descanse en paz nuestro Jero.
Gracias Josete por pasar a palabras nuestros sentimientos. Llevo tiempo haciéndome esta reflexión: ¿Por qué nos afecta de esta forma si no nos "conocemos" de nada? He llegado a la conclusion de que hay seres humanos a las que no es necesario estar a su lado para saber que son buenas personas.
Gracias y un fuerte abrazo, don José. ¡Chin chin!
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