A ver, no pretendo amargaros la cena a los que todavía creéis que Lando va a llegar mucho más lejos en su carrera profesional que lo alcanzado este año, pero, los que hemos vivido algo más, todavía recordamos al Jenson Button que se enfrentó en 2004 a la todopoderosa Ferrari de Todt, Schumacher y Barrichello, y soñamos con que podía conseguirlo en 2005 o 2006, 2007 a lo sumo.
Esto no va así. Desgraciadamente firmar una gran temporada no significa absolutamente nada en nuestro deporte. Button debió esperar a la conjunción de astros que se dio en 2009, y después de eso, ni siquiera se hizo acreedor de que la Queen o su hijo lo significaran como Sir.
La vida es injusta, y en la Fórmula 1 todavía lo es más por aquello de la crueldad intrínseca a la piscina de pirañas o el estanque de tiburones con los que se llenan la boca los voceros del holocausto que no llegan ni a notarios de un estado desigual de cosas que no da ni para episodio de Pantomima Full.
El inglés ha probado la miel en 2024, pero, y me gustaría equivocarme, no llegará a paladearla en toda su intensidad en lo que le resta de vida. Ha cumplido su cometido y ¡ya! A partir de 2025 volverán Ferrari, Red Bull y Mercedes AMG a cortar el bacalao, que se dice, y para el de Bristol será un luchar infructuoso buscando que retornen los tiempos pasados que no se repetirán.
Lando ha tenido su oportunidad en 2024 y, por la razón que sea, las cosas no han salido como las dibujaban los plumillas de su país en verano. Toca aceptar la cruda realidad, e intuyo que él es el primero que lo sabe. Norris ha probado las mieles de estar arriba, muy arriba, enfrentándose a todo un Max Verstappen, pero el reseteo que supone 2025 no lo contempla como candidato, ni siquiera por haber luchado hasta el último suspiro y haber ayudado a consagrar a su escudería como la mejor del mundo.
Os leo.
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