Resulta paradógico el comportamiento gregario mostrado por los que continúan sin asimilar que Carlos Sáinz dejará de ser piloto Ferrari dentro de unos días, e insisten en encalomar al español cuantos pecados comete La Scuderia.
No me voy a molestar en referiros enlaces a lo que llevo escribiendo desde que se conoció la noticia de que Lewis Hamilton desembarcaba en la rossa en 2025, y los efectos nocivos que podía traer consigo esta misma temporada el bendito fichaje. Elkann y Vasseur lo han hecho con el culo, siempre bajo mi humilde punto de vista, y de ahí para abajo, en plan cascada, todo ha ido empeorando hasta llegar a una prensa especialista italiana plagada de narcisismo y egos intocables, que no ha hecho otra cosa que polarizar la afición ferrarista, y en muchos casos, quebrarla.
Para mantener viva la ilusión organizada alrededor de Il Predestinato hacía falta crear otra, y el mítico 1-2 ha sido la panacea que lo resolvía todo. Sáinz no cumplía con el papel de segundo piloto y, obviamente, se ha convertido en el villano de una película que ya era de por sí bastante mala, pues el uno natural sigue fallando más que una escopeta de feria y el equipo ni siquiera ha sabido exprimir sus numerosas cualidades, básicamente porque a Vasseur le ha convenido que Leclerc no sacase mucho la cabeza.
El monegasco tiene mejores números que el madrileño. ¡Nos ha jodido mayo con las flores!, ¡sólo habría faltado que no acumulase mejores números! Charles es el uno de Maranello, ¿no?, ha sido Carlos el que no ha ayudado...
Lo gracioso de todo este tema, es que el año que viene podremos comprobar por qué derroteros y malabarismos tiran los que no ven el momento de que Sáinz desaparezca del mapa, cuando toque defender que Il Predestinato se convierta en el hombre que ayudará a Hamilton a conseguir su octavo título, y la estrategia milagrosa se aplique sin estorbos.
Os leo.
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