martes, 17 de diciembre de 2024

Que Dios os maldiga


Para la chavalería en todos sus formatos: ligera, montada del Canadá, 101 aerotransportada, etcétera, el conflicto intergeneracional se reduce a tener que convivir malamente, y en un espacio reducido, con aquellos que les sacan diez, quince, veinte, veinticinco años, o treinta, o cuarenta o cuarenta y cinco.

Es guerra perdida. Los párvulos de la Tierra Nueva consideran que el mundo existe desde que llegaron a él, y así no hay manera.

En la Fórmula 1 resulta notable esto del conflicto intergeneracional. No hay más que verlos. Más allá de Ayrton Senna apenas hay nada, ni Ascari ganando la punta ni Farina manejando el volante a base de riñones, desde la cintura, vamos, ni un Colin descompuesto tras conocer que a Ronnie se lo había llevado por delante una embolia, ni un Bernie que lamentó haber nacido cuando Jochen Rindt se fue sin haberse despedido.

Del periodo de entreguerras mejor ni hablamos, porque para saludar aquellos héroes y sus hazañas ya cuentan con los poquitos pagafantas cuya boca se llena con la palabra humildad, aunque hurtan sus fuentes al lector o escuchante para escribir o hablar como si hubieran bebido del manantial primigenio...

La chavalería desdeña a los que llegaron antes y tienen perfecto derecho a exponer sus recuerdos, opiniones y convicciones en público, ¿por qué no?, y van reduciendo aún más el sitio disponible, y aumenta el coño conflicto intergeneracional por mera inercia, y se acrecientan las tensiones porque los chavales ni conocen ni dejan conocer, ni comen ni dejan comer, como el perro del hortelano, y así, sólo quedan ellos para perfilar el mundo a su imagen y semejanza.

Pediría a Dios que los maldiga pero me conformo con que el Altísimo les baje el tono y dejen espacio a quienes llegaron antes aunque se hayan sumado tarde, y disfrutemos de nuestro deporte de una santa vez, al menos, como cuando había que esperar a que llegara al quiosco la revista que te contaba qué había sucedido en las últimas tres carreras.

Os leo.

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