Escribir entradas como ésta son las que me dan la vida. Años escuchando que los monoplazas de la última Normativa no son tan iguales como se dice (digo, en mi caso), y viene la FIA y corrobora que se parecen entre sí como una gota de agua a otra [Cómo las reglas la F1 2026 evitarán diseños idénticos de coches].
Bueno, hasta aquí la noticia, ahora vamos a hablar de la verdad, que diría Gran Wyoming, porque estas soluciones que propone la Federación para dentro de nada, acabarán como las otras que ha perfilado en la sobremesa de las reuniones de trabajo, y es que, en un entorno comprometido por un límite presupuestario y donde prima la economía de horas en el túnel de viento y CFD, quien tenga una buena idea será copiado despiadadamente, lo que, a la postre, volverá a definir que todos los autos acaben pareciéndose más pronto que tarde.
La Fórmula 1 tiene un gran problema de diseño: no hay espacio para la creatividad aunque, aparentemente, existan márgenes más o menos estrechos para aplicarla.
Los matices no son elementos diferenciadores en un objeto, son peculiaridades del mismo, que sólo son apreciables por quien no es profano y pasan desapercibidos para el gran público. Así las cosas, la FIA no pretende evitar que los diseños se parezcan, sino satisfacer a unos departamentos técnicos que están hasta el mismísimo gorro de que el Reglamento les diga cómo hacer su labor.
Lo hemos visto desde 2022 con los pontones tipo Red Bull, y volverá a pasar, porque, tal y como están las cosas, resulta más barato copiar que tener ideas propias. Rentabilidad, diría Horner, pues eso mismo, y también un puntito de gilipollez supina.
Os leo.
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