Si no tenéis suficiente edad seguramente no entendáis el chiste que hay en el recadito que le mandaba el otro día Toto a Lewis hablando de que había perdido velocidad.
El británico ha contestado de la única posible, tomándose todo a coña y siguiendo el juego a quien todavía es su jefe...
A ver, cuando resulta tan evidente la dependencia del piloto a las prestaciones de su vehículo, como no se había visto antes de 2010, hablar de velocidad en términos absolutos y refiriéndose a un conductor en concreto, más que un chiste supone una broma de mal gusto. Combustible, gomas, unidades de potencia, etcétera, todo está supeditado a un rendimiento tabulado por Normativa que impide que el piloto ponga velocidad, circunstancia que llevó a Michael Schumacher a mencionar aquello de que la actividad se parecía a correr como pisando huevos.
Es obvio que Wolff y Hamilton han cruzado saetas en ese territorio particular que han creado entre ellos desde que el austriaco se hizo con las riendas de la anglo-germana —el astro llegó una año antes a Brackley, con Ross Brawn—, pero puesto que estas cosas siempre trascienden sus lindes naturales y acaban cayendo en manos de sesudos analistas o celosos redactores de contenidos, hace buena noche para meterme en un jardín al que no me ha invitado nadie.
¿Ha perdido velocidad el heptacampeón del mundo? No, y lo digo tajante.
Puede andar el ídolo algo desmotivado porque las herramientas que han puesto en sus manos a partir de 2022 no han sido especialmente idóneas a su manera de conducir y han resultado demasiado críticas. El W15, en cuestión, sigue siendo un monoplaza tan poco cuqui como sus antecesores, pero —algún día habrá que abrir este melón—, en el caso del #44, cabe decir que no ha sido tan dócil de manejar como el que le ha tocado en suerte a George Russell, y esta perspectiva también es aplicable a Checo Pérez en Red Bull o a Carlos Sáinz en la de Maranello.
No hay nada perverso en ello. Hamilton se marcha a Ferrari y no se le podía permitir acceder a secretos que podrían acabar cayendo en manos del enemigo, de manera que entra dentro de lo lógico estimar que su coche ha empeorado o estancado a partir del verano mientras que el de su compañero salvaba el tipo porque ha seguido recibiendo las evoluciones adecuadas.
Todo esto supone el baile de siempre. Nada nuevo bajo el sol, que se decía antaño. Por eso mismo hay que contextualizar lo de la posible pérdida de velocidad de Lewis, pienso, en el entorno amable en que dos buenos amigos se besan en la boca mientras hunden sus respectivos puñales en la espalda del otro. Y eso sí, como Maranello dé a Hamilton lo que necesita en 2025, seguro que lo de la velocidad vuelve a la palestra, básicamente porque se acaba el camino y el bobo continúa andando.
Os leo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario