lunes, 16 de diciembre de 2024

Senna para entregaditos


Finalmente he pecado y he visto casi de una tacada la miniserie por capítulos Senna de Netflix. 

Para un prostsista como yo es algo así como apretar el cilicio hasta dejar el muslo con la circunferencia del brazo, pero he practicado ejercicios más dolorosos y, bueno, no llego a categoría ni de influencer de medio pelo, aunque mantengo cierto tirón escribiendo en Nürbu, una cosa lleva a la otra, te pega el puntito de pundonor y aflora la responsabilidad inherente a la función social que desempeñas, te armas de valor y ¡ya!

Escribí una líneas antes de meterme en faena porque ni recuerdo dónde he dejado olvidado el testamento, y así, anoté que el grueso de mis pertenencias pasen directamente a mis nietas que aún no tengo, por ejemplo, siquiera para que alguna de ellas se acabe preguntando qué coño hizo su Aitite inmolándose por Ayrton Senna. Besé en la frente a Amama y ¡ya!

A ver, bajo mi humilde punto de vista, la miniserie no vale mucho. Los planos de carreras y los vehículos quedan de cine, de eso mismo, de cine, pero la sobreactuación lo domina todo, imagino que debido a que había que superar en empalago al Senna de Asif Kapadia y ahí apenas quedaba margen para meter algo de creatividad, de forma que sobreactúa la dirección, sobreactúa el guión, la música y el montaje también, y por supuesto los actores, con Gabriel Leone a la cabeza.

Por suerte, cabe decir, no sale Penélope Cruz haciendo de italiana, pero, así, en general, resulta bastante tostón en todo su metraje. 

Aunque lo que más me preocupó al terminar de verla fue que este Senna también es un producto indicado para entregaditos a los que les importa un pimiento la verdad, siempre y cuando les permitan hacer karaoke con lo que están consumiendo, y ¡ya!

Os leo.

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