Así, como tomándome todo un poco a chufla, as usual, me he pasado la tarde haciendo promesas que comenzaré a cumplir en cuanto 2025 me reciba en sus brazos al despuntar esta madrugada. Con letra cuidadosamente limpia y legible —la de médico es para todos los días—, he elaborado una larga lista que, una vez concluida, ha sido devorada por el fuego sanador porque la vida es sueño y los sueños, sueños son...
En unas horas cerramos la anualidad competente pero la llama de mi Zippo no daba para quemarla, aunque, bien mirado, tampoco se puede ir por la vida haciendo de pirómano con las cosas que no te gustan; mejor dejarlas ahí para que luzcan en todo su esplendor las que sí te han satisfecho. Además, Nürbu acumula tantos silencios atrasados que precisan ser acallados, que hasta el 8 de enero me temo que seguiré viviendo en 2024, y vosotros conmigo, y que yo lo vea, mire usté.
En fin, desconozco si Nochevieja es una fiesta pagana, cristiana o medio pensionista, pero está pidiendo a gritos que la disfrutemos como si no hubiera un mañana.
Sed jodidamente felices, os lo deseo. Aferraros a vuestros seres queridos recordando que ni agua a los cuñados y cuñadas, ni mucho menos a esas suegras que tejen minuciosamente sus telas de araña con la intención de acabar en ellas con las más bellas mariposas. Quizá la vida, en sí misma, sea lo único que tiene sentido en este complicado mundo, así que no perdáis ni un segundo evitando exprimirla hasta la cáscara, principalmente porque esta noche nos dejan, tampoco vamos a engañarnos.
Os quiero. Os leo.
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