sábado, 15 de diciembre de 2018

Sálvame a cuatro ruedas


Suele entrarme la risa floja cuando alguien me critica personalmente, o critica Nürbu en base a la fábula de que aquí se adopta una perspectiva negativa o destructiva ante la Fórmula 1, cuando el auténtico cáncer de nuestra modalidad de automovilismo deportivo radica en las numerosas certezas que lo rodean, en la cobardía y corrección política reinantes, y en la amplitud de espacio que se cede gratuitamente para que lo ocupen la silly season y sus bulos inverosímiles.

Uno de los principales problemas de nuestro deporte, por no decir que el más principal y el mucho principal, es, precisamente, que parece un gallinero y traslada al exterior la imagen de un gallinero.

Si no hay una escudería que se queja del actual estado de cosas (leedlo en cualquier momento, vale siempre), hay un memo jefe de equipo que defiende al piloto más macarra y poligonero de la parrilla. Si hay dudas sobre tal o cual cosa, no faltará un medio que haga una simulación que demuestre virtualmente cómo el Halo salvó a Leclerc en Spa-Francorchamps...

Arrivabene contra Binotto, Vettel haciendo de Gila señalando a Ferrari: ¿es el enemigo?, y advirtiendo a Charles que espera que se porte bien. Claire y Frédéric que prometen llegar, como todas las temporadas. Lawrence Stroll encantado de haberse conocido y de haber comprado un equipo para que se luzca su hijo. Toto agobiado por lo que ha apretado Maranello en 2018 (sic). Zak lidiando con los sapos. Un Rey que se parece a Fangio. Cyril prometiendo que en 2019 va la buena. Marko contra Ricciardo y, entretanto, puteando a Sáinz... ¿Honda?

La normativa técnica que debía haber funcionado en 2014 sigue sin hacerlo cuatro años después. Entre los motoristas hay gigantes y cabezudos, y enanos. El apaño de 2017 precisa de otro apaño la sesión que viene. Pirelli se llama andanas pero insiste en buscar el espectáculo. El máximo garante de que todo sea lo más limpio posible se encarga de enmierdarlo a la menor ocasión. Niños buenos y niños malos. Tramposos grandes y pequeños. Agraciados por la buena fortuna y aojados por el destino. Sospechas, recelos...

Nos faltan para que el universo sea redondo un Jorge Javier o una Padilla, o una Carlota Corredera. Los Kikos, la Esteban, Lydia, Mila, la Patiño, el polígrafo del De Luxe, la conexión en directo con Gran Hermano o cualquier otro ingrediente del fenómeno de masas que ameniza las tardes del geriátrico en que se está convirtiendo España.

Y eso, que la Fórmula 1 ya es bastante especialita sin que haga falta que existamos un servidor y su blog.

Os leo.

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