sábado, 15 de diciembre de 2018

Balcarce [#Nürbu 33]


El piloto que sueña con no morir sobre el asfalto sabe que no dispone del mejor coche cuando recorre con la mirada la pista y sus gentes y sus rivales, y los Ferrari que comparten con él y Jean la primera línea de parrilla.

Ha ganado el privilegio de arañar el mejor cronómetro en clasificación pero la carrera será cosa diferente. Si pretende ser veloz debe parar a repostar mientras que los de Maranello pueden no hacerlo. Cierra lo ojos y repasa mentalmente todas y cada una de la curvas del gigante. Siente cómo le acaricia la voz de Pinocho y cómo le hiere todavía el llanto de González. Onofre y la fábula del hombre que queriendo ser el más rápido acaba congelado en el tiempo...

El Nordschleife no perdona la falta de talento ni las prisas y él quiere morir en la cama, de viejo. Mala conjunción de astros, piensa ya en el auto, mientras acomoda la correa a la barbilla y se ajusta las lentes.

Debe ganar en el primero los minutos que salvarán su segundo relevo, pero no sale dulce y los de La Scuderia empieza a marcar distancias al poco de haberse dado la salida. Se repone, ataca y muerde a Hawthorn y Collins antes de que acabe el tercer giro. Nürburgring todo delante y el Chueco circula sobre el asfalto como sólo hace un virtuoso. Es Fangio, nació en Balcarce, tiene cuatro títulos y va en pos del quinto, ya le llaman el mago de los fierros.

Y llega el paso por garajes y las cosas se tuercen. La ventaja hábilmente labrada se evapora por una mala rueda que no acepta ser cambiada. El esfuerzo anterior se convierte en ceniza. Los Ferrari han tomado la cabeza y es difícil que la suelten. Intuye a Il Commendatore sonriendo bajo sus gafas: ¡Ves como hicistes mal en irte, argentino!

Juan Manuel siente perdida la partida pero imagina como cuando niño. Imagina trazadas, imagina nadas y todos, imagina que es un lobo hambriento al que se le escapa su presa, y se convierte en espectador e imagina, también, un Fangio distinto a él llevando el volante, jugando con los pedales y el cambio, volando sobre un cristal que apenas rozan los neumáticos de su Maserati cuando aterriza después de sortear un peralte.

Percibe a la gente jaleándole con los brazos en alto desde las cunetas, puede escuchar sus gritos y arengas, sabe entonces que los Ferrari andan cerca. Debe ser cauto. Se mantiene a distancia en las rectas para evitar ser visto. Golpea en las curvas y en las zonas reviradas, donde los retrovisores siven de poco. Y cuando no le merece la pena prolongar el juego por más kilometros, se deja ver para que Mike y Peter sepan que llevan a Fangio a cola, que el de Balcarce está de caza y tardará poco en devorarlos. Que es mejor que se rindan.

El domingo 4 de agosto de 1957 resulta soleado en las Eifel, pero en el corazón del Chueco es amanecer de marzo y todavía hace frío. Cruzando la meta como vencedor ya sabe que ha firmado una carrera perfecta. De igual modo, toma conciencia entonces de que no volverá a suceder jamás porque quiere llegar a viejo y morir en la cama.

Os leo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola José.
¡Una pieza literaria sublime!
Gracias por tu exquisita pluma...
Gracias por recordarnos al más grande de todos los tiempos, en esta época de pilotos que son sólo tristes marionetas de los grandes intereses...
Desde la tierra del Chueco un saludo y agradecimiento.
Osvaldo

Anónimo dijo...

Si uno pudiera viajar en el tiempo, ésta sería una buena opción para verla...

pocascanas dijo...

Iba leyendo y me iba corriendo un escalofrío por la espalda...
Digna entrada pare este gran momento de Nürbu.

Felices 1000!!!!!

Y un abrazo desde el Coño Sur