miércoles, 19 de diciembre de 2018

El pecado original


No parece muy saludable poner a un zorro, a cualquier zorro, al cuidado de un gallinero, pero en la Fórmula 1 resulta algo habitual, incluso tradicional o entrañable para algunos que prefieren ver la vida apasionadamente pero enfocando a Toyota en el WEC, por ejemplo.

Lo de Carmen Jordá, por increíble que pareza, sigue a estas horas nutriendo de contenidos nuestra cotidianeidad por mucho que se insista en que la alicantina no merece ni una línea. El friqui es así, te impide hablar porque sólo quiere hablar él, y aunque la cosa no merezca mayor atención, o eso se dice, necesita redactar una soplagaitada para demostrar que como friqui es mejor y más equidistante que el friqui vecino; más objetivo, en una palabra.

En mis años mozos acabé de la Caja Roja de Dalmau hasta las mismísimas avellanitas. Estoy curado, o eso pienso, pero me sigue matando que nos quedemos en la superficie en vez de meter las manos en las entrañas del demonio porque siempre resulta mejor parecer santo que exponerse a que te retiren el pase de Paddock, o a que dejen de invitarte a los eventos promocionales de tal o cuál escudería o de tal o cuál fabricante.

El negocio precisa de gente dócil para sobrevivir, y lo cierto es que la tiene a puñados, que además viene provista de vaselina y profiláctico por si hace menester. Así las cosas, es normal que nos quedemos con la copla de lo que es en apariencia incomprensible, y nadie se atreva a insinuar, siquiera, que cuanto antes acabemos con el modelo de Bernie antes nos irá mejor a todos.

Los reglamentos fallan más que escopetas de feria porque parten de una premisa falsa: los que deben sufrirlos y aceptarlos no deben ser los mismos que los engendran y alumbran, esto no cabe en la cabeza de nadie. La normativa debería ser elaborada desde instancias ajenas a quienes tienen intereses directos en el deporte. Es un marco y debe ser consensuado, lógicamente, pero no precisa de que sean los propios competidores quienes intervengan en su elaboración, ya que a la vista está que el sistema lleva una década sin funcionar y sin dar espectáculo.

Bernie parió este engendro para tapar con un mismo culo dos o tres sillas, pero repito: no produce otra cosa que quebraderos de cabeza porque cuando el zorro queda al cuidado del gallinero, tarde o temprano acaba comiéndose las gallinas.

Hace tiempo que no leo nada de aquella idea de Liberty Media de erradicar el Grupo de Estrategia, y la cosa empieza a resultar preocupante porque lo que era para 2021 va para 2023, que podría ser para 2025 si el asunto se complica. Los equipos siguen teniendo el bastón de mando y las reglas siguen repletas de intereses espurios, agujeros, que se llaman.

Agradecería que se hablara de esto y de cómo este escenario plagado de anomalías va a permitir a Lewis calcar los números de Michael Schumacher, cuando a él apenas le va a costar un esfuercito flanderiano mientras que el Kaiser, salvo en 2002 y 2004, sudó y se expuso lo suyo para labrar su leyenda.

Y ya, si eso, rogaría a nuestros egregios y próceres de nuestra patria formulera, que dejasen de enseñar herramienta con la Jordá porque a lo peor se les enfría. Hay batallas más importantes, ¡coño!

Os leo.

1 comentario:

pocascanas dijo...

El zorro va comiéndose una a una a las gallinas, y cuando se coma a la de los huevos de oro (léase la respetable audiencia), vamos a ver qué inventan.