viernes, 21 de diciembre de 2018

Lampedusa


Dicen que nuestro deporte es un fiel reflejo de lo que supone en esencia el capitalismo y conforme transcurren las temporadas que estoy aquí, disfrutando de él en primera línea, o casi, cada vez tengo más claro que a lo que se parece de verdad es a un club de jetas con cara de hormigón.

Por un lado, la Fórmula 1 rehuye o esquiva todas aquellas normas o regulaciones internacionales, transnacionales o nacionales a secas, que ponen en riesgo su libertad como negocio y, obviamente, los beneficios de la actividad, pero por otro, su marco normativo interno dejaría pálido al mismísimo Stalin, de envidia, claro.

Las reglas son malas cuando vienen de fuera pero son imprescindibles dentro porque, se supone, ofrecen estabilidad, o lo que viene a ser en realidad: mantienen el status quo. Así las cosas los grandes siguen siendo grandes y prosperan y se hacen más grandes, y a los parias sólo les queda joderse, dicho lisa y llanamente y sin intención de ofender a nadie. Y cuando las normas resultan insuficientes se plantean otras que se sabe de antemano que no van a funcionar porque el único camino viable sería dejar que cada equipo hiciese de su capa un sayo, algo que, lógicamente, pondría en entredicho el status quo de los demonios. Vamos, que es un aro por el que los grandes no van a pasar.

El deporte tiene un problema y se llama carestía. Es caro de cojones y ya hablamos en su día de que la reducción a tres unidades de potencia por temporada es una medida económica más que deportiva o de búsqueda de la excelencia, así que no vamos a volver sobre el asunto. Pero el caso es que los propulsores no envejecen porque sí, sino en base a hacer kilómetros, y aquí tenemos que cuando una escuadra vea oportunidad de ahorrarse unos kilometrillos, lo hará sin pensárselo dos veces, sencillamente porque como telón de fondo está el techo del presupuesto anual.

En cristiano, que queda mejor. A los equipos de fondo de parrilla les importa un pimiento salir últimos, penúltimos o antepenúltimos debido a haber sufrido sanciones por cambiar componentes. El orden me temo que es una de sus últimas prioridades si se pueden ahorrar unos dólares, de forma que esto de que incentivar que continúen compitiendo en clasificación para ver en qué posición salen, en vez de quedarse en garajes, huele a operación de maquillaje porque, en realidad, no existe ningún tipo de incentivo, ya que los mejores coches resolverán la situación en una o dos vueltas a lo sumo, y los peores, tragarán con lo que les echen, como ocurre siempre.

Está también el tema de los juegos de neumáticos, que por increíble que parezca tampoco se toca en la modificación de la norma para sanciones en parrilla, de manera que si alguien considera que le sale a cuenta disponer de mejores gomas para la carrera incluso saliendo desde muy atrás, doy por seguro que seguirá prefiriendo quedarse en boxes durante la clasificación, porque en sentido estricto, da igual salir en la posición 16 o 17 o 18, que en la 19 o 20...

Como hemos hablado en otras ocasiones, otro gallo nos cantaría si las sanciones por cambio de componentes, en vez de afectar a los pilotos afectara a los bolsillos de las escuderías, pero éste es otro de esos apuntos espinosos que no se va a cambiar, porque a los parias del paddock sólo les falta que los inflen a boinazos por pobres.

Y nada más por hoy. Os leo.

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