Comprendo que no se enamora uno de la angelical Leeloo de El Quinto Elemento (The Fifth Element), para tener que tragar después con Alice Abernathy destripando zombis en la fraquicia Resident Evil, pero es lo que tiene la vida: que cuando menos lo esperas, te devuelve una puñalada trapera por cada beso que das.
La Fórmula 1 es un deporte que no admite una única mirada sino muchas. Cada reglamento, cada etapa, dibuja un modelo determinado de carreras, y esto es algo que se nos olvida cuando comparamos y también cuando nos obligamos a no hacerlo por mantener una pose de apasionamiento que es totalmente artificial.
Parece un contrasentido pero no lo es. Cada época de las muchas que hemos disfrutado se corresponde con un reglamento concreto, y esto hace que resulte complicado y desaconsejable establecer paralelismos entre unas y otras, ni siquiera tirando de números. Ahora bien, cada una de ellas produce un determinado tipo de sensaciones al aficionado porque todas ellas atienden a eso que llamamos espectáculo, es decir, han existido y existen espectáculos mejores y espectáculos peores, o si lo preferís: normativas que han favorecido el espectáculo en pista y otras que lo han machacado vilmente, y aquí, resulta obvio decir que negarnos a establecer comparaciones supone negar la realidad.
Habitualmente se abusa demasiado de este sofisma, sobre todo entre la chavalería. Como no se pueden establecer comparativas porque cada reglamento es hijo de su madre y de su padre, tampoco se puede afirmar que un espectáculo es mejor que otro porque entonces se estará cometiendo pecado de deslealtad con el deporte, algo que, con vuestro permiso, diré que se parece demasiado a cómo funciona una religión.
Para muchos la Fórmula 1 es una y trina y de ahí no les sacas, de manera que como para ellos todo pertenece a una misma línea espacial y temporal, lo de hoy se parece a lo de ayer y a la mínima te salen con el famoso esto siempre ha sido así. Y no, porque por suerte para nosotros habremos disfrutado a lo largo de nuestra Historia de más de dos docenas de cambios de normativa técnica o deportiva, o de ambas a la vez, lo que supone otro tanto de Fórmulas 1 diferentes entre sí, que, a su vez, han ofrecido espectáculo y sensaciones dispares.
¿No se puede o debe elegir, so pena de acabar con tus huesos en la hoguera? Pues hombre, yo diría que incluso resulta aconsejable tener claro cuál es el formato o los formatos que más te han satisfecho, para, a partir de ellos, establecer un rango de preferencias que te permita adquirir una cierta perspectiva y seguir disfrutando como un cosaco de todo esto, que al fin y al cabo es de lo que se trata.
Y bueno, ya si eso, a los ortodoxos les dedicáis una peineta cada vez que traten de cerraros la boca con sofismas o dogmas.
Os leo.
Parece un contrasentido pero no lo es. Cada época de las muchas que hemos disfrutado se corresponde con un reglamento concreto, y esto hace que resulte complicado y desaconsejable establecer paralelismos entre unas y otras, ni siquiera tirando de números. Ahora bien, cada una de ellas produce un determinado tipo de sensaciones al aficionado porque todas ellas atienden a eso que llamamos espectáculo, es decir, han existido y existen espectáculos mejores y espectáculos peores, o si lo preferís: normativas que han favorecido el espectáculo en pista y otras que lo han machacado vilmente, y aquí, resulta obvio decir que negarnos a establecer comparaciones supone negar la realidad.
Habitualmente se abusa demasiado de este sofisma, sobre todo entre la chavalería. Como no se pueden establecer comparativas porque cada reglamento es hijo de su madre y de su padre, tampoco se puede afirmar que un espectáculo es mejor que otro porque entonces se estará cometiendo pecado de deslealtad con el deporte, algo que, con vuestro permiso, diré que se parece demasiado a cómo funciona una religión.
Para muchos la Fórmula 1 es una y trina y de ahí no les sacas, de manera que como para ellos todo pertenece a una misma línea espacial y temporal, lo de hoy se parece a lo de ayer y a la mínima te salen con el famoso esto siempre ha sido así. Y no, porque por suerte para nosotros habremos disfrutado a lo largo de nuestra Historia de más de dos docenas de cambios de normativa técnica o deportiva, o de ambas a la vez, lo que supone otro tanto de Fórmulas 1 diferentes entre sí, que, a su vez, han ofrecido espectáculo y sensaciones dispares.
¿No se puede o debe elegir, so pena de acabar con tus huesos en la hoguera? Pues hombre, yo diría que incluso resulta aconsejable tener claro cuál es el formato o los formatos que más te han satisfecho, para, a partir de ellos, establecer un rango de preferencias que te permita adquirir una cierta perspectiva y seguir disfrutando como un cosaco de todo esto, que al fin y al cabo es de lo que se trata.
Y bueno, ya si eso, a los ortodoxos les dedicáis una peineta cada vez que traten de cerraros la boca con sofismas o dogmas.
Os leo.
1 comentario:
Estás en lo cierto, José. A cada uno que lance un "todo tiempo pasado fue mejor" o "esto ya no es F1" habría que tomarle la palabra y recordársela dentro de 20 años, donde los que hoy ven esto digan exactamente lo mismo.
Comprar épocas diferentes es estéril ya en deportes sin máquinas: Atletismo, fútbol, etc. En deportes motor, cambian las tecnologías y reglamentos, y las diferencias son abismales. Y no por ello deja de ser F1.
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