jueves, 8 de junio de 2023

Peregrinación a Le Mans [#BlueTrain/102]


El deporte del motor apenas sería nada sin los aficionados que se desplazan para ver correr a sus héroes y sus máquinas, y esta es una verdad como un castillo de grande.

A pesar de que la modernidad nos lleva a un consumo cada vez más alejado de lo palpable, sigue habiendo quien prefiere sentarse en la hierba mojada para disfrutar de una pantalla gigante, o conectarse al móvil, la tablet o el ordenador portátil, lo más cerca posible de donde suceden los hechos y siempre y cuando los datos o la wi-fi lo permitan, quizás por sustantivar que sigue vigente aquel vínculo sagrado que unía al seguidor de las carreras con el evento que materializaba la razón de su afición.

No creo mucho en esta nueva retórica que lo único que hace es diferenciar fans patanegra y pobres de solemnidad que no se pueden pagar el viaje ni el asiento en grada ni el derecho a pelouse, mucho menos a identificarse como apasionados, ni quejarse, cabe añadir, de los precios inflados o los abusos que frecuentemente se cometen en los circuitos: aparcamientos saturados, servicios insuficientes, largas colas o numerosas promesas incumplidas...

Existe mucha especulación alrededor de este fenómeno en el que todos somos consumidores de información, independientemente del lugar que escojamos para recibirla, pero así y todo, que es a lo que vamos, no deja de arrancarme una sonrisa saber que, lo que antaño resultaba asequible, se ha convertido ahora en un artículo de lujo con el sello «Vintage» bien visible.

A la Meca o a Le Mans, el peregrino siempre acaba pagando los platos rotos de su aventura, aunque, en la actualidad, puede mostrar la factura en su cuenta de Instagram, Facebook o Twitter. 

Os leo.

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