Cuando Juan Pablo Montoya agitó el avispero, afirmando que había ganado La Triple Corona tras triunfar en la categoría LMP2 Pro-Am (tripulación compartida entre profesionales y amateur) de la edición de las 24 Horas de Le Mans de 2021, nadie lo tomó en consideración —intuyo que ni él mismo lo hizo— salvo los muy entregados a su causa, muchos de los siempre ingeniosos redactores de contenido, algunos compatriotas y pare usted de contar.
El asunto consiste en que, cuando la prensa inglesa atribuyó a Graham Hill haber conseguido The Triple Crown tras resultar ganador de las 24 Horas de 1972 [Hill y la Triple Corona, 1972 (#24LeMans 40)], el británico había obtenido triunfos absolutos en los considerados entonces los tres jalones del automovilismo en circuito: Gran Premio de Mónaco, 500 Millas de Indianápolis y la citada Le Mans, mientras que el colombiano únicamente suma El Principado y la Indy 500, ya que, en 2021, sobre La Sarthe tan sólo fue 15º con el equipo DragonSpeed.
El caso es que el dardo del de Bogotá a Fernando Alonso —andaba el asturiano con el runrún de La Triple Corona—, ayudó a disipar las dudas que tenía mucha gente al respecto de los LMP2, y por qué, con permiso de la desaparecida GTE Pro, suele ser la serie más reñida y vistosa en el WEC y Le Mans.
Haciendo una comparación bastante idiota, únicamente para que nos entendamos, podemos decir que los LMP2 son los Indycar con respecto a los F1. La complejidad de los monoplazas de la máxima categoría los convierte en un universo totalmente aparte, mientras que la igualdad entre vehículos de la IndyCar es la que hace que sus carreras sean aparentemente más divertidas, ya que sin los caution no sé si también habría espacio para dominios avasalladores como los que sufrimos los europeos.
En fin, la Normativa LMP2 establece un único suministrador de motores para los integrantes de esta clase, el Gibson V8 aspirado que arroja 600 caballos de potencia, y una serie de elementos estándar entre los que se encuentra el chasis, idéntico para todos, pero realizado por diferentes fabricantes: Ligier, Oreca, Dallara y Multimatic, aunque, en la práctica, es Oreca la que se encarga de hacer la mayoría.
Esta igualdad es la que hace de los LMP2 una franja tan divertida y disputada, y la que la separa antes de los LMP1 y ahora de los Hypercar, por cuanto la dificultad técnica de estos últimos hace que conducirlos sea mucho más exigente, y si es bajo normas de equilibrado de prestaciones, aún más, pues siempre acaba afectando a la eficiencia del cacharro.
Dicho esto, tampoco caigamos en la trampa de desmerecer a los LMP2. Difícilmente podrán ganar una carrera en términos absolutos, mucho menos ayudarán a obtener La Triple Corona, pero no son peores, sólo son distintos.
Os leo.
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