En una prueba de las dimensiones (alto por ancho por profundo) de las 24 Horas, lo habitual es hablar de posibilidades aunque, en realidad, deberíamos hablar de «probabilidades», que están peor repartidas que antaño.
Al estilo de lo que viene haciendo el organismo rector de la Fórmula 1 con nuestro bienamado deporte, ACO y FIA también han ido adoptando con el paso de los años una modalidad más restrictiva con del Reglamento. En teoría, es así para favorecer el espectáculo aunque en la práctica suponga la casi total estanqueidad de las diferentes categorías y reducir a la mínima expresión la probabilidad, por no decir anularla, de que un LMGTE-Am dé el susto arriba, por ejemplo —los representantes de la antigua LMGTE-Pro ya no compiten.
Las tres clases presentes en la Edición del Centenario —los LMH y LMDh; la LMP2 de casi toda la vida y la mencionada LMGTE-Am (Amateur)—, están tan bien talladas cada una en su ámbito que va a resultar complicado asistir a sorpresas más allá de las que se den dentro de las fronteras establecidas en la Normativa.
Existen prioridades en cuanto a la explotación comercial de las carreras, y se ve que el automovilismo de alto nivel sigue un mismo relato, tanto en Fórmula 1 como en WEC (World Endurance Championship), haciendo que cada vez sea más improbable que David gane a Goliath, siquiera de carambola.
Os leo.
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