A estas horas apetece algo menos de literatura y tal vez una brizna de vídeo, y con vuestro permiso voy a recurrir a Le Mans 1955, el corto de animación que dirigió Quentin Baillieux y se estrenó en 2018.
Antes bien, la hora me anima a reflexionar de nuevo, sobre esa manía que muestran muchos aficionados por no dejarse embaucar con lo que, al fin y al cabo, no es otra cosa que un producto enfocado al entretenimiento, que no tiene ninguna obligación de ser riguroso por mucho que lo reclame alguno de los adalides de la verdad ante todo. La película Le Mans de McQueen era una cinta que ni siquiera se basaba en la realidad, pero así y todo, continúa siendo un monumento. Con Le Mans '66 sucedía tres cuartos de lo mismo a pesar de que, esta vez sí, encontró en lo ocurrido en La Sarthe durante la edición de 1966, ese puntito de veracidad que sostenía el guión...
Le Mans 1955 no es un documental. A partir del accidente mortal sufrido por Pierre Levegh, que segó la vida de más de ochenta espectadores y tuvo trágicas consecuencias para decenas que lo sobrevivieron, se articula una trama ficticia basada en hechos reales, pero ficticia al fin, con luces y sombras, con buenos y malos, que busca fundamentalmente la plasticidad y que disfrutemos.
Yo le daría una oportunidad...
Os leo.
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