Siento una evidente inclinación, que ni me molesto en ocultar, por ese tipo de personas a las que la vida les pone la zancadilla muchas veces porque sí.
Charles Leclerc pasaba por ser una increíble promesa mientras militaba en Alfa Romeo y tras el anuncio de que este año iba a sustituir a Kimi Raikkonen en Ferrari, pero algo extraño comenzó a rodearle desde que en Melbourne se mostró capaz de toser a su compañero, porque todas esas virtudes que engalanan a los buenos pilotos se volvieron peros y más peros que comenzaron a empañar su figura.
Atrevido como Verstappen no es el holandés ni tiene a Heineken detrás, ergo, lo suyo, forma parte de ese cuadro patológico que distingue a los que todavía no saben qué lugar ocupan en el mundo. Rápido como una centella, resultaba preferible que se guardara la velocidad en el bolsillo del pantalón porque antes que nada estaba Ferrari, y Vettel, claro. Lo ñúes más osados han comparado su 2019 con el 2007 de Lewis Hamilton aunque al padre del monegasco se le ha visto poco o nada y él ni tenía necesidad de copiar telemetrías ni contaba con el apoyo de Binotto ni de Brawn, ni, por supuesto, el de la FIA...
Sí, Charles es una de esas personas a las que me refería en el primer párrafo. Ha pasado de fenómeno a amenaza en menos de lo que canta un gallo. No le perdonan que sea el futuro de La Scudería ni mucho menos quieren entender que, en buena parte, todo esto se ha debido a que Vettel se ha empeñado en ser pasado en la rossa.
Terminamos 2019 y en unas horas 2020 asoma las orejas, y antes de meterme en la cocina de casa porque Amama lleva preguntando por las croquetas desde que se ha levantad, me apetecía dedicarle unas líneas a este chaval, siquiera por recordar que la cobardía es infinitamente peor que la idiocia. Al tonto, al menos lo ves llegar...
Os leo.
Os leo.
1 comentario:
un piloto muy limpio en pista, ojala no le corten las alas, seria una pena que le pasara como a un tal Alonso, que ni la FIA lo quería ver ganar mas campeonatos.
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