Spasibo!

Si queremos detectar cuñaos en redes sociales y papers, estamos de suerte: el Gran Premio de Singapur es el momento adecuado, pues fieles a su cita anual saldrán de sus cuarteles de invierno, o ya lo habrán hecho, para recordarnos lo sencillo que resulta hacer el ridículo en público.

Desconociendo que fue Nelshino Piquet quien propuso a Briatore y Symonds provocar un Safety Car, nos hablarán del brasileño como víctima de sus jefes e incluso derramarán algunas lágrimas por cómo fue tratado. Sin atender a que la FIA (Whiting) y Max Mosley sabían del asunto al poco de terminar la carrera, un día como hoy de 2008, pero decidieron abrir el caso (sic) más de diez meses después, ya en verano de 2009, se rasgarán las vestiduras ante ¡uno de los mayores escándalos de la historia de la Fórmula 1! —no, no se referirán a la cuestionable actitud de la Federación y sus representantes sino a lo otro, capisci?

Les importará un carajo cotejar la hemeroteca con las transcripciones de lo dicho en el juicio, que Alonso fuese convocado únicamente como testigo y que, como consta en las conclusiones, al asturiano se le exonerara de cualquier responsabilidad. 

 

No les asombrará la tibieza con que fue juzgada Renault, ni que Piquet se fuese de rositas por haber colaborado, ni la cantidad exagerada de testigos protegidos. Incidirán una y otra vez en la culpabilidad de Flavio Briatore a pesar de que la justicia civil sentenció más tarde que aquello había sido una farsa sin garantías procesales y condenó a la FIA a indemnizar al italiano...

Pat Symonds, condenado por Mosley y su tropa a 60 meses lejos del paddock (destierro lo llamaban en el medievo), ejercía de consultor para Marussia ya en 2012 y la temporada siguiente fichaba por Williams, pero para los gilipollas del Crashgate no es un dato relevante. Lo importante para ellos es el drama, el selfie con cara de tristeza, continuar haciendo el bobo catorce años después; demostrar, una vez más, que la realidad no debe estropear tu momentito de postureo experto.

Os leo.