En descargo de los organizadores del VI Circuito de San Sebastian, conviene recordar que, hace 94 años, nadie se paraba a pensar en la trascendencia de sus decisiones más allá de un puñado de años, ni mucho menos en los debates que abrirían éstas, décadas después, entre los celosos de las estadísticas y las denominaciones oficiales.
En 1928 no corrían buenos tiempos para el Viejo Continente. Mientras mantener los imperios coloniales consumían recursos difíciles de justificar, el comunismo suponía una constante amenaza en toda Europa, el fascismo había arraigado en Italia y el nazismo se armaba ideológicamente para llamar a la puerta del Reichstag y comenzar a liarla parda a partir de 1933. España no quedaba ajena a esta vorágine, cuyos síntomas más evidentes fueron la inestabilidad social, económica y política, y la Monarquía ya no suponía ninguna seña de identidad que aglutinara intereses, sino, más bien, una gruesa y molesta china en el zapato del Directorio de Miguel Primo de Rivera.
El Real Automóvil Club de Guipúzcoa cayó en esta trampa y nombraba VI Gran Premio de España a la carrera de Coches Sport que se celebrará el 29 de julio, y VI Gran Premio de San Sebastián a la prueba de fómula libre que tuvo lugar cuatro días antes, el 25 —Ettore Bugatti cedió uno de sus Tipo 39 como premio al ganador, y el Donosti, vehículo autóctono creado por Mañeru y Mendiburu, fue honrado por la organización dando la salida y cerrando La Semana—. Dado que ambas citas fueron ganadas por el mismo piloto (Louis Chiron) aunque con dos monturas diferentes, será habitual, incluso mucho tiempo después, que se conozca como Gran Premio de España al de San Sebastian, también denominado Criterium de los Ases.
Las cosas no habían ido todo lo bien que cabía esperar en la edición anterior [1927, Lasarte], y luego de que Madrid cubriera el abultado déficit económico, se hizo caso a las obligaciones adquiridas y la VI Semana de San Sebastián quedó reducida a dos eventos, lo que ayudó en cierto modo a confundirlos todavía más.
Así las cosas, sin presencia Real y con una notable menor cantidad de público, el VI Gran Premio de España se desarrolló bajo el excéntrico galimatías de normas recién estrenado por la CSI con el nombre Fórmula Internacional de Grandes Premios, una suerte de intento por aunar resistencia y velocidad que tuvo muy cortito recorrido, que contemplaba una carrera convencional como eliminatoria y dos mangas definitorias de 15 vueltas al circuito con handicaps por cilindrada, de manera que los coches más potentes acumulaban diferentes minutos de desventaja antes de tomar la salida.
44 coches comenzaron el Gran Premio en el Lasarte-Oria —tres mujeres en parrilla: Anne-Cécile Rose Itier, Jannine Jennky y Madame Besaucele como reserva de su marido—, pero sólo 14 lo concluyeron, y como mencionábamos antes, al igual que sucedió con el VI Gran Premo de San Sebastián, también Chiron se alzó con el triunfo.
Os leo.
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