domingo, 25 de septiembre de 2022

El ángel de la guarda

Resulta complicado imaginar a Colin Chapman embarcándose en la aventura Lotus 76 (1974) sin tener el 72 como bala en recámara, circunstancia que pone todavía más en valor al protagonista de la charla que mantuvimos Jero y yo hace tres meses.

El 76, firmado por el propio Chapman y Ralph Bellamy, con Tony Rudd haciéndose cargo de una buena porción de cometidos aerodinámicos, buscaba ser la respuesta adecuada a un Lotus 72 que ya comenzaba a consumir los últimos años de vida útil tras haber conseguido para la marca británica tres títulos de Constructores (1970, 1972 y 73) y dos de Pilotos (Jochen Rindt en 1970, y Emerson Fittipaldi en 1972). Sin embargo, la radicalidad de alguno de sus conceptos le supusieron la entrada en una vía de la que no salió nada bien.

Pretendiendo ser más ligero y estrecho de chasis que su antecesor, sus líneas exteriores siguen estando nítidamente grabadas en la retina de los aficionados por corresponderse con un monoplaza visualmente muy agresivo que, para colmo de belleza, iba vestido con los colores de John Player Special. Por el contrario, sus innovaciones no hicieron otra cosa que acarrear problemas y continuos quebraderos de cabeza.

Los pontones muy bajos y afilados no aseguraban la correcta refrigeración de los radiadores y los frenos, por ejemplo, supuestamente debido al ligero aumento de la distancia entre ejes y a un insuficiente control del aire lateral. 

Tremendamente subvirador, depositaba el buen comportamiento de la zaga en dos alerones superpuestos que finalmente fueron sustituidos por uno convencional, lo que trajo consigo la pérdida de la magia de la parte trasera de la carrocería original y que el coche se convirtiera en inmanejable. El embrague automático, una auténtica hazaña para la F1 de la época, lo único que consiguió fue consumir recursos y acabar con la paciencia de Ronnie Peterson y Jacky Ickx, los pilotos titulares...

Como veníamos diciendo, el Lotus 72 salvó la cara de Team Lotus durante este año experimental y aún el siguiente, 1975, cuando las versiones 72E y 72F cubrieron el calendario completo mientras se diseñaba y probaba el Lotus 77 que vería la luz en la carrera inaugural de 1976, el Gran Premio de Brasil.

No obstante, el efecto suelo conseguido en el Lotus 78 de 1977 debe mucho al 76 y al 77, claro está —lo veremos en mi próxima intervención en el canal de Jero, o eso espero—, y también al monoplaza que hizo de ángel de la guarda de la tropa de Chapman, mientras éste y sus colegas jugaban al acierto y error, única manera de alcanzar entonces los sueños. 

El Lotus 72 estuvo allí, donde se le necesitaba, y no se puede negar que cumplió con creces antes de ser jubilado definitivamente.

Os leo.

1 comentario:

Alejandro Fernández dijo...

EL 72 fué el primer F1 que tuve delante mío y aún sigue en mis retinas. :)