miércoles, 21 de septiembre de 2022

1929, Lasarte

La ausencia de criterios consistentes al respecto de qué modelo de carreras podían utilizar el término Grand Prix del país correspondiente, llevó en 1929 al Real Automóvil Club de Guipúzcoa a proponer la denominación VII Gran Premio de España para sus XII Horas de Turismos, mientras que la prueba de fórmula libre celebrada días antes adoptó el nombre VII Gran Premio de San Sebastián.

Obviamente se replicó el lío originado en la edición anterior [1928, Lasarte], lo que trajo consigo una extensísima tradición de equivocaciones que, incluso hoy en día, sigue dando por bueno que aquel Gran Premio de San Sebastián fue el Gran Premio de España y Louis Chiron su ganador [MotorSport Magazine; 1929 Spanish Grand Prix], pero mejor vamos por partes.

Las XII Horas gozaban de enorme fama en Europa desde su estreno en 1925, y eran reconocidas por el ACF francés como el Critérium International des 12 Heures, de manera que la edición de 1929 —desgraciadamente la última—, concitó la misma expectación que en años anteriores y disfrutó de un despliegue de fabricantes en el que destacaba la ausencia de Mercedes-Benz y el estreno de Alfa Romeo, en el que no faltaron marcas como Lancia, Tracta o Bugatti —con modelos Grand Prix dotados de guardabarros y faros—, o los norteamericanos Chrysler y Stutz.

En el VII Gran Premio de España de Vehículos Sport no existían handicaps por cilindrada aunque sí kilometraje mínimo para cada categoría, e índices de distancia que consistían en dividir la alcanzada entre la requerida para cada clase —el mejor de todos fue galardonado con la Copa Príncipe de Asturias, único vestigio regio en Lasarte, ya que, de nuevo, la Familia Real no estuvo presente—, así que, tal y como estaba previsto, la salida se dio a las 11 de la mañana del domingo 28 de julio con los participantes colocados en espiga en la recta principal, los conductores a un lado y sus vehículos al otro, al más puro estilo Le Mans.

La carrera fue durísima por el ritmo impuesto y tuvo un dominador claro: Louis Chiron, que sin embargo no pudo vencer por quedarse sin focos en mitad de la oscuridad, a falta de poco más de una y media del final —los faros de su Bugatti se alimentaban directamente de la batería pues carecían de dinamo. 

En total terminaron siete vehículos de los cuales dos quedaron eliminados al no haber cubierto la distancia exigida. Ganó el trío Louis Rigal, Goffredo Zehender y Carlo Canavesi, al volante de un Alfa Romeo 6C de 1.750 cc, tras completar 1.374'468 kilómetros a una velocidad promedio de 114'370 km/h, en un total de 81 vueltas a Lasarte, con dos de ventaja sobre el Alfa Romeo de Gioacchino Colombo y Achille Varzi.


Hasta aquí la realidad, que decía aquél, pero como comentábamos al inicio que la equivocación con el VII Gran Premio de San Sebastián todavía persiste, abramos un pequeño espacio a esta prueba porque resultará clave para entender el enredo de 1930 y conviene dejar listos los deberes.

En fin, con el formato habitual, es decir: 40 vueltas al Lasarte-Oria y 692'6 kilómetros de recorrido tras la reducción incorporada en 1926 para sortear Hernani, tres meses después de la celebración del primer Gran Premio de Mónaco (14 de abril de 1929), el trazado guipuzcoano acogía el 25 de julio (Santiago Apóstol) su carrera por antonomasia, la gran cita de la velocidad, la competición de coches Grand Prix, que, como decíamos hace unos párrafos, fue ganada por Louis Chiron sobre Bugatti.

Los Tipo 35B de la francesa coparon todos los puestos al término de la disputa, suponiendo la anécdota reseñable la segunda plaza conseguida por Georges Philippe, quien se hacía llamar así ocultando su verdadero apellido «Philippe de Rothschild» —era hijo del Barón de Rothschild—. La tercera fue para Marcel Lehoux.

Os leo. 

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