Por increíble que pueda llegar a parecer, el nombre de Adrian Newey sigue ligado a las brumas y los deseos, a pesar de que Autosprint dio por hecho a comienzos de mes que en septiembre se anunciaba su fichaje por Aston Martin, así, en plan exclusiva [Hacer el agosto].
No estoy capacitado —me dirán ustedes— para saber dónde coño aterrizará el Mago de Milton Keynes o si se transmutará definitivamente en el Mago de Silverstone, como hizo el Peregrino Gris transformándose en Gandalf el Blanco entre capítulo y capítulo de El Señor de los Anillos, pero me produce una tristeza infinita que, en pleno siglo XXI, los mismos que reclaman respeto por su trabajo sigan tomándonos el pelo porque han decidido inmolarse a lomos de las habladurías y las noticias sin confirmar.
Resultaba sencillo esperar para luego informar, pero como ahora hay prisa incluso para ser el primero en pegarse un tiro en el pie, tenemos al bueno de Adrian en el interior de la cajita de cartón del Dr. Schrödinger, a punto de jubilarse de nuevo, o no, otra vez, las que hagan falta, desojando la margarita de su futuro, valorando la calidad y cuantía de las ofertas que recibe o esperando novedades del más allá, y todo por algo tan prosaico como que el periodista de turno llegue a fin de mes.
¿Recordáis cuando Lance Stroll colgaba los guantes y el casco para pasarse al tenis? Yo sí...
Os leo
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