Noventa y siete no es un número redondo pero lo hemos celebrado como si lo fuera, un poco por perseverar en nuestra legendaria ingenuidad, otro poco porque el noventa y ocho tampoco queda tan lejos, y el poco restante porque a los dos nos apetece paladear cada instante hasta que se ponga el sol de manera definitiva.
No soy de recomendar ocasos salvo que sean lentos y hermosos, que éste lo es, pero si tenéis la oportunidad de vivir uno, por breve o largo que sea, aprovecharlo bien porque no suelen repetirse. Amama os agradece todas las muestras de cariño recibidas hoy, yo sigo velando su sueño y el mío.
Os leo.
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