Da la sensación de que, por suerte, la prensa especialista está enfocada a otras cosas que andar cortando la hierba que pisa Sebastian, no más allá de 8 centímetros de alta y por aquello de evitar que el alemán se lastime los pies al pisarla.
El vigente titular del cetro de Farina tampoco es que de para mucho en sus verborreas, y la chavalería ligera ha puesto sus afanes en que tomemos conciencia de lo gravísima de la muerte que resultó la actitud de un imbécil que hizo el imbécil durante la final del Mundial de Karting en Logano —mi Felipe ha escrito algo al respecto, pero muy descafeinado y cortito—, y, en líneas generales, la vida discurre con cierta tranquilidad, incluso aquí, en el Ducado de Gorliz.
En otro orden de cosas, deciros que la literatura va bien. He terminado el capítulo cabrón del que os hablaba ayer y es que hay personajes en los que debes meterte dentro con tal de sacar adelante la escena, en plan método Stanislavski, y da bastante por el saco hacerlo, máxime cuando se trata de un individuo al que han lavado el cerebro y mientras despierta su auténtica identidad, se ve engullido por una gigantesca marea de recuerdos contradictorios, basados en vivencias falsas y reales, y así hasta las 300 páginas en Word...
Y este mediodía, lo mollar, me pilla Gus por Whatsapp y me pregunta que qué creo que se puede esperar de Ferrari de aquí a fin de temporada, y le contesto que nada; así, sucinto, cortante y dañino, como albaceteña a los riñones.
Los dos somos dedos gordos y nos cuesta un mundo intercambiar mensajes que no puedan ser sintetizados en emojis, de forma que hemos acabado hablando por teléfono. A ver, a falta de Hangouts, Zoom o Skype, lo mejor era escucharse porque ambos somos tifosi y mi cerrada merecía una explicación. Y voy y le digo lo que ya os he contado a vosotros: Temporada tirada a la basura —stop—. He perdido un nuevo jamón salvo que venga Dios a verme y no haya Premios Roberto Pose —stop—. Binotto está haciendo lo correcto —stop—. Leclerc y Sáinz disfrutarán de un SF1000 sensiblemente mejor —stop—. A veces toca perder una batalla para ganar una guerra —stop—. Y todo esto sin saber todavía que Aston Martin espera que Vettel, con ellos, recupere el mojo [Aston Martin can really help Vettel find his mojo].
La última entrada que dediqué a Charles sintetizaba esto mismo: «Medio segundo no es la medida entre el poder y no poder, sino el espacio que se abre entre formar parte de una escuadra y dejarla a los pies de los caballos porque es más importante hacer de pupas del cuento que arrimar el hombro» [Estamos solos, Mando], y desgraciadamente, casi un mes después sigo en las mismas.
Os leo.
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