domingo, 25 de octubre de 2020

Nada temeré

Confieso que no sé cómo anda la cosa pero imagino que, si no ha sucedido ya, ocurrirá pronto que Renault empiece a separarse de McLaren como la nave Nostromo de la refinería de Alien, el octavo pasajero.

Uno de los mayores alicientes de la mítica película de Ridley Scott —con permiso de Blade Runner— estuvo en haber sabido convertir en protagonistas a siete currelas. Perdido con Aliens, el regreso el espíritu plasmado en el guión original de Dan O'Bannon, el resto de la secuela se convirtió en un rosario de multitudes y expediciones militares o científicas, salvedad hecha de la grandiosa Alien 3 de David Fincher que, a su modo, devolvía la trama a sus orígenes: un sólo bicho, esta vez en una carcel perdida sabe Dios dónde. 

También salvo Alien: Resurreción de Jean-Pierre Jeunet pero por razones que no viene al caso encajar aquí. Y el tema es que me acuerdo de Jonesy, el auténtico octavo pasajero de aquella vieja historia. El minino era un atigrado macho y se salvó redondeando así el final de la película, ya que habría quedado francamente mal que Ripley se pusiese a vagar por el universo profundo sumida en la soledad más absoluta.

En casa tenemos a Lisa (como la de los Simpson), una hembra atigrada que rescatamos de la cervecería de Gorliz junto a su hermano. Guillermo ya no llora por las noches, es de pelo negro y está hecho un machote aunque se le sigue percibiendo eso que lo marcó antes de venirse con nosotros. Lisa le sigue ayudando y cuidando y, en cierto modo, lo complementa. Bagheera, el jefe, lo ha adoptado como segundo de a bordo aunque la manada tiene sus propias reglas y ahí andan los siete, a su bola...

No me lío. Pienso en Jonesy y en el remolcador Nostromo separándose de la refinería. Y también pienso en lo importante que resulta en estos momentos Carlos Sáinz para la de Woking. Toca sumar puntos, los máximos posibles y, os voy a ser sinceros: nada temo por él de aquí a Abu Dhabi.

Os leo.

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