Entre el cambio de hora y que anteayer me puse la vacuna contra la gripe, ando como desubicado y necesitado de mimines, a lo que tampoco ayuda este ritmo desenfrenado de a circuito nuevo cada semana.
No pretendo alarmaros, pero, si lo pensamos bien, cada vez nos parecemos más a esos turistas que hacen un viaje en autobús de Bilbao a Praga, por ejemplo, y acumulan ciento y la madre de lugares pero al ritmo que impone el conductor o la conductora del autocar, o el azafato o la azafata: ¡Media hora. Tienen ustedes media hora para visitar París! ¡Media hora. Disponen ustedes de media hora para visitar Luxemburgo capital! ¡Media hora! ¡Media hora...!
Desconozco cuanto París se puede disfrutar en un trayecto a pie de quince minutos a la ida y otros quince de vuelta, ni cuántas ciudades y localidades vistas así, de media en media hora, hacen falta para que te puedas considerar viajero, turista o trotamundos. Me da que la cosa del viajar no funciona bien así, mucho menos si te lanzas a la aventura de ir a buscar allá lo que ya tienes aquí. Estaba lo del Athletic, que, bueno, sirve como excusa porque si el equipo tiene que jugar en el infierno pues se va y no pasa nada. Lo de las chuletas es paradigmático de lo poco que exigimos a la existencia, pero el valor del viajecito todavía me asombra...
A lo que iba, que me distraigo. Sigo sin pretender alterar el ánimo de nadie, pero esta temporada no vamos a circuitos ni los visitamos: los devoramos como hamburguesas en un McDonald's. Y tampoco me hagáis mucho caso, ya decía antes que ando mimosón y un poquito desubicado. Llegamos a Imola, y eso, el lunes nos contamos qué tal ha ido la experiencia.
Os leo.
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