Nottingham burns [Gran Bretaña]

Llevaba días preparándome, incluso dejé escrito el jueves pasado una escueta frase premonitoria: «Sí, todavía hay lugar para reclamar un poco de belleza entre tanta basura, siquiera para recargar las pilas conque enfrentarnos a la que se nos viene encima», pero en cuanto he visto a Fernando sortear como podía a Robert, he sentido una desgana absoluta que presagiaba la irreparable y burda venganza de un soberbio hijo de puta que pretende joder lo que queda de deporte en la F1 antes de retirarse. En cuanto he escuchado la sentencia, confieso que he tenido ganas de mandar todo a paseo.

Por fortuna para vosotros, mi ángel de la guarda azul estaba a mi lado, y como ambos sabemos cuándo terminará todo esto y por tanto que el tiempo aún no ha llegado, su serena presencia me ha permitido disfrutar del pundonor del asturiano, que ha preferido no retirarse y concluir la prueba antes que buscar una comprensible excusa tipo tuerca que se ha soltado, porque mal que pese decirlo, su actitud ha supuesto un estímulo para renovar fuerzas y cerrar filas a su alrededor, en aras de seguir denunciando la penuria espiritual de la gentuza que dice velar por la salud de este triste espectáculo.

A la espera de que don Carlos Gracia y don Joaquín Verdegai justifiquen de aquella forma los esfuerzos justicieros de Charles Whiting y sus elocuentes maneras, me he colocado en el IPod la banda sonora de Robin Hood porque sospecho que a estas horas todo Sherwood se estará revolviendo en sus respectivas tumbas para tratar de lavar la imagen de la Gran Bretaña, reclamando a voz en grito que también ha habido y hay ingleses nobles y buenos, para que no nos equivoquemos, vaya, y puesto que hoy es día de lobos, de manada que debería proteger los flancos de su compañero herido, se me ha acerado la mirada para pedir a los ecuánimes de turno que valoren los acontecimientos en su justa medida antes de perseverar en la idiota y cobarde actitud de mirar siempre para otro lado, porque en Silverstone, el omnipresente sheriff de Nottingham ha mostrado otra vez sus auténticas orejas, ya que carece de colmillos.

Aunque Whiting nos ha hecho en el fondo un enorme favor, qué queréis que os diga, pues cualquiera con dos dedos de frente debería palparse la ropa antes de volver a insinuar que Fernando Alonso tuvo algo que ver con lo de Singapur 2008, porque de haber habido una mínima sospecha de su concurso en la hazaña de Nelshino Piquet tirándose contra el muro, ya lo habrían crucificado. Por menos lo hicieron cuando produjo turbulencias a distancia sobre Felipe Massa en 2006, o cuando supuestamente perjudicó el cambio de ruedas de Hamilton en Hungría 2007, y lo han vuelto a hacer en Silverstone 2010, a un mes escaso de que Michael Schumacher se saltara por el forro de los cogieron cuantos verdes encontró a su paso en Canadá, sin recibir por ello una miserable reprimenda.

Con razón Jim Clark no ha asomado su casco, de haberlo hecho se habría sumido en una profunda vergüenza, porque el problema de todo esto no radica en lo que dice el reglamento o deja de decir, sino en cómo y cuando se aplica, en quién sale beneficiado y en quién sale perjudicado, y es que siempre son los mismos protagonistas porque la mano que debería impartir justicia está viciada y necesita de un rápido recambio.

¿Se atreverá Jean Todt con ello? A estas alturas de la película sinceramente lo dudo.