sábado, 19 de diciembre de 2020

Día de ofendiditos

Lo peor que te puede regalar la vida es la sensación de no haber aprendido nada. La edad, si sirve para algo, es para sumar canas o claridades y para mirar aquel niño que fuimos y recapacitar sobre qué cojones hemos hecho para haber cambiado tanto, cuánto hemos acumulado y no siempre bueno, en qué fregaos nos metimos y por qué y si valió la pena...

Madurar es jodido a pesar de que parezca lo natural, y a las pruebas me remito. 

Hemos acabado la temporada de Fórmula 1 y, en vez de disfrutar de los rescoldos, anda el gentío imaginando guerras futuras con tal de mantener viva la llama del pupitas, esa que se alimenta de gas butano y dirá basta en cuanto la bombona se agote o los resultados en pista canten como la Castafiore. 

Y todo porque ha vuelto un piloto cuyo nombre no conviene pronunciar y toca ir haciendo hueco para dar el coñazo en 2021, porque si hay que decirlo se dice y no pasa nada, porque no existe nada más equidistante y fiable en el mundo que un alonsista que vio la luz, se cayó del caballo y entendió en medio del fogonazo que su misión en la vida era enseñar la verdad a los demás aunque no quisieran. 

Buenos, malos aficionados, carné para poder hablar en público, tú sabes y tú no... y Nürbu...

Os leo.

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