viernes, 25 de diciembre de 2020

Sigo sin ver a Lance

Desconozco si el dinero de don Lawrence tiene tanto poder como para convertir lo negro en blanco, prensa y afines mediante, pero me ha dado por echar un vistazo a los números de Lance y compruebo que mis sensaciones con él atienden también a un factor estadístico —soy enemigo declarado de los números, lo sabéis de sobra, pero a veces viene bien buscar su respaldo. 

El caso es que el piloto canadiense lleva cuatro temporadas en Fórmula 1, y con un pepino bajo las posaderas sólo ha sido capaz de mejorar en un puesto lo conseguido en 2017 con aquel FW40 de Williams que dejó preparado Valtteri Bottas antes de partir hacia Brackley. Esa temporada concluyó en duodécima posición, en la siguiente terminó décimo octavo y décimo quinto en 2019, y, como veníamos diciendo, esta campaña la ha rubricado en el puesto once...

A todas luces algo no encaja. Si el problema hasta ahora era no haber podido contar con un buen vehículo que permitiera percibir su calidad al volante, el RP20 (W10 rosa o como prefiráis llamarlo) apenas se ha notado en las manos de Stroll más allá de algunos destellos, su actuación en Monza y la pole en Istanbul Park, por ejemplo, mientras que en el caso de su compañero Checo Pérez, con infinito menos ruido, permitía al mexicano catapultarse hasta la cuarta posición del Mundial y sacar a nuestro protagonista la friolera de 50 puntos de ventaja como saldo final.

El dinero de Lawrence Stroll puede comprar juguetes y asegurar puestos, pero no debería servir para amordazar a unos medios que tras cuatro temporadas, que se dice pronto, todavía deben a la afición un análisis serio sobre el potencial real de Lance. Yo, desde luego, no se lo veo.

Os leo.

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