Seguimos teniendo memoria de pez. Esta temporada que recién hemos concluido era la de los récords, la de equiparar a Lewis Hamilton con Michael Schumacher con la intención de que, el año que viene, el británico pueda caminar sobre las aguas cuando haya batido todo lo habido y por haber y no le haga falta demostrar nada, un decir.
En este escenario es obvio que sobraba el segundo piloto de Mercedes AMG, mayormente por evitar en un descuido un disgusto a la escudería y sus planes. Ferrari se ha suicidado sola, ergo había que mantener la tensión de alguna manera, y nada mejor para ello que Red Bull estuviera ahí, acogotando a la alemana y suministrando materia prima para las pesadillas de Toto Wolff.
Se me ocurren algunas respuestas, incluso con base histórica (Barrichello en Brawn, Haug en McLaren, etcétera), pero la más clara la expuse en septiembre pasado [SF1000 para inútiles]. La potencia es importante, y no sólo para tirar como un demonio. Basta un pequeño déficit para que el vehículo no trabaje en su rango óptimo y resulte un poquito más complicado de conducir. La cosa es bastante sutil, lo admito, sobre todo para los que siguen pensando que los dos coches de un mismo equipo son iguales y olvidan facilmente que el interés de la escudería prevalece siempre, y que, a veces, a ésta le viene bien sacrificar un peón con tal de ganar la guerra, su guerra, esa guerra que nos entretiene.
Os leo.
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