domingo, 12 de abril de 2020

El «Typ C»


Los Typ C Grand Prix de 1936 y 1937 fueron unas auténticas bestias pardas debido a que el motor V16 sobrealimentado que los propulsaba había pasado de los 5.0 litros (4.950 cc) a los 6.0 (6.006 cc), con una entrega estimada en 520 caballos de potencia que puntualmente se podía estirar hasta los 535, algo a todas luces excesivo para el diseño con motor central firmado por Ferdinand Porsche, que había establecido un reparto de pesos con especial incidencia en la zaga del vehículo.

El Typ C era un monoplaza muy sobrevirador que necesitaba manos al volante, y lo cierto es que la de Zwickau las encontró en tíos bregados como Stuck, Nuvolari, Rosemeyer y Varzi, quienes no mostraron remilgos a la hora de domar la fiera sobre el asfalto.

Salvando las distancias, nuestro protagonista de hoy planteaba el mismo magnetismo a los pilotos de entonces que el Porsche 917 de treinta y cuatro años después. Todo el mundo quería conducirlo pero no había más que verlo rodando en pista para comprender que era un coche sólo adecuado para tipos realmente especiales, razón que justifica que la mayor parte de la leyenda de Bernd Rosemeyer se haya forjado alrededor de este cacharro que llevaba los cuatro aros en el morro.

Finísimo de líneas y con una cuidada aeródinámica de la época —afinada en el Instituto de Investigación Aeronáutica, (LFA, Luftfahrtforschungsanstalt), centro aeroespacial e instalaciones donde se pulieron las líneas maestras del caza Messerschmitt Bf109, por ejemplo—, rivalizó con Mercedes-Benz, y lo cierto es que en 1936 Auto Union supo y pudo vencer a la de Stuttgart, pues Rosemeyer se coronó Campeón de Europa entre otras hazañas, precisamente conduciendo un Typ C.


El modelo de esta tarde es de los considerados de quiosco, un desmerecimiento que no logra empañar que como pieza a escala esté muy bien realizado. 

Buenas proporciones, cantidad de detalles y un acabado bastante respetable, algo que cualquier coleccionista sabe agradecer, máxime cuando su precio entra dentro de lo que podemos considerar barato. En realidad es una realización apañada del fabricante Ixo para la editorial de coleccionables Altaya, y no, no canta lo más mínimo entre representantes de otras marcas en la misma estantería.

Os leo.

1 comentario:

Elín Fernández dijo...

Me quito el sombrero, José. Verlo en persona deja a cualquiera sorprendido.