miércoles, 8 de abril de 2020

El ansia viva


Todo debe consistir en que fui un niño querido en mi infancia, segundo de una secuela de tres, que en el colegio de las Carmelitas arrasaba porque era yo rubio y pecoso con ojos verdes, y en Santa María me volví gris porque... bueno, porque había tíos más top, que no se puede tener todo en la vida.

En Bellas Artes la fortuna me devolvió parte de lo que me había quitado en la adolescencia. Creíame un soso de cojones pero gané una beca como bibliotecario y descubrí que tenía un feeling oculto que me permitía contactar con la gente, y de ahí p'alante. Provocador, leñero, hice mis primeros pinitos como jefecillo de manada. Me decían que no pero era de los que sí. Pude trabajar en El Correo pero preferí suicidarme como autónomo...

Y luego el lobo curtido en que me he convertido. ¿Sí, no? ¿Sí o no...? Como el viejo Matus, si te van a dar de hostias mejor coges otro camino, y aquí estoy a tal que 8 de abril de 2020, jornada en que hace años se lloraba en Gran Bretaña y medio mundo la pérdida de Jim Clark el día anterior. Mi hermano Julían, quien me metió este veneno dentro, adoraba a Clark y a Fangio. Yo salí travieso, mi época venía marcada por otro escocés, Jackie Stewart, y por un belga, Ickx, y a ellos me encomendé como hacen los chiquillos: con fe ciega en que el propósito vale más que la cruda realidad.

La última conversación que mantuve con Juliantxu, horas antes de que mi sobrina Ana me comunicara entre lágrimas que no iba a poder volver a hablar con él jamás, versó sobre las posibilidades del Nano en McLaren en los previos a que Honda por poco lo electrocutara en Montmeló. Mi maestro confiaba en mí entonces. Su germen había fructificado y me había convertido, con el paso de los años, en su guía del desfiladero, gracias, entre otras cosas, a que un lejano 3 de agosto de 2007 se me ocurrió abrir este blog.

No busco trabajo ni posición y eso me hace diferente a tantos como abundan que tratan de sobresalir sobre un vulgo que cada vez tiene mejor criterio.

No me hace falta, en serio. He dado todo lo que he podido y he recibido a cambio quintales de cariño, comprensión y buenos ratos. Juntos hemos descubierto mundos en Nürbu, pero eso, gracias a Dios, ya es historia. Queda lo pasado y lo poco que resta por delante, pero no me vengan ahora con que ser apasionado a la Formula 1 pasa por negar que el coronavirus puede cargarse la temporada 2020 y que lo apasionadito, a tenor de los hechos y antecedentes, sería no cancelarla antes que seguir mareando la perdiz.

A todas luces hemos perdido esta batalla pero aún podemos ganar la guerra. Asumir la realidad supone una prioridad, y no, no querido Tornello, en Europa no estamos apostando por miedo o falta de pasión a que la F1 debería bajar la persiana. Aquí estamos viendo las orejas al lobo y lo que nos sobra es el postureo cuando nuestra realidad se riega con más de 700 muertos al día.

Desde casa... Os leo.

1 comentario:

Cao Wen Toh dijo...

No soy autónomo, mi primer piloto fue Fittipaldi, mi primer coche fue un John Player Special negro con ribetes dorados (no supe hasta muchísimo después que aquello era un Lotus y el nombre una marca de tabaco), y estaría viendo carreras de Fórmula 1 o de cualquier otra competición a diario; pero igual que no quiero ver morir a 26 pilotos por temporada, no me ocurre nada si se cancela la temporada para salvar el máximo de vidas posible. De modo que, a pesar de todas nuestras diferencias, nos une el amor por las personas y por los coches (confieso estar enamorado de ellos desde niño); por eso estoy contigo, Jose. ¿Que no se corre? Que hagan todo lo posible por salvar a los "garagistas" y a esperar tiempos mejores. Ya de paso podrían darle un par de vueltas mientras tanto a la idea de volver a tener a todos en disposición de evolucionar durante la temporada; lo contrario, el monopolio técnico de los grandes, va contra el espíritu de las carreras (y diría que incluso de la democracia y de los derechos humanos). Un abrazo desde casa a todos y todas.