Echando cuentas, considero que vivíamos infinitamente mejor cuando todo daba vueltas alrededor del otrora Mago de Milton Keynes y hoy Moisés de Aston Martin. No sé, es una apreciación —no me atrevo a más, obviamente—, pero con todos los ojos puestos en Adrian, en si lo había fichado Ferrari, Mercedes AMG o la heladería de la esquina, en si se jubilaba o se iba de caravana a hacer turismo por la vieja Europa con su santa, la realidad automotora estaba como enfocada, centrada y niquelada, que se decía antes.
Con Newey en Silverstone la cosa ha empeorado gravemente y cualquier asuntillo menor se ha convertido en primicia de pin-pan-pún y fuegos artificiales que abre titulares en primera plana; aunque, bien mirado, a lo peor todo consiste en la pomposidad que se gasta el personal al manejar lo que considera noticia y categorizar que sirve como exclusiva aunque sea cartucho con pólvora mojada.
Os leo.
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