Se acerca el momento en que Lewis dejará de vestirse de oscuro y plata y comienzan a aflorar los malestares que han torcido la temporada de Mercedes AMG; porque ha sido eso, no seáis malpensados.
Toto lo tenía todo controlado hasta que dejó de tenerlo todo controlado, que me entendéis. Es lo que ocurre cuando supeditas todo al contento y disfrute de un volátil con la cabeza llena de pájaros, que está centrado en pasar a la historia como un ser más inspirador que el mismísimo Senna. Bueno, Ayrton tonteó con Maranello y Lewis ha sido durante 2024 un uomo Ferrari pero con domicilio postal en Brackley.
A mi modo de ver, la temporada de la anglo-alemana no ha sido un desastre ni se ha torcido, al contrario, ha supuesto un meritorio ejercicio de estilo. Sobrevivir sin que se note demasiado, apurar hasta la última gota la copa de hiel sin que nadie aprecie ni un mohín de rechazo, ni una perturbación en el gesto, ni un movimiento de pestaña que delate la urgente necesidad de soltar un juramento. Permanecer con cara de póquer desde el desayuno a la cena y tener a mano centenares de conejos en la chistera...
¿Qué cara se te queda cuando descubres que todo el equipo rota alrededor de un individuo que ya ha firmado con el enemigo? Pues se te queda la cara de Toto cuando descubrió que el departamento legal de su escudería no había contemplado esa contingencia, que tenía las manos atadas y no existía ni una miserable letra pequeña en los contratos a la que agarrarse.
Os leo.
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