Quizá tocaba aclimatarse, adaptarse a los nuevos tiempos, aceptar que este mundo ya no es habitable, pero lo único que se me ha ocurrido hacer ha sido disfrazarme de Elvis Presley con traje de lentejuelas, para perderme entre una muchedumbre en la que, así, a ojo de buen cubero, he localizado al menos otros tres mil Elvis que huyen de la realidad como yo...
Esta temporada se me está haciendo larga, infinita, y ya ni me preocupa fingir que espero con ansia viva su conclusión por conocer el resultado. Lo anhelo, sí, pero para que acabe el sufrimiento, porque no cabe ni una coma más, porque, como decía Cioran: «Lo que decide el grado de perfección de una obra no es de ninguna manera una exigencia de arte o de verdad, es el cansancio, y, más aún, el hartazgo.»
Os leo.
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