No conozco a uno de nuestros mejores astados que no se haya pifostiado de mala manera, así que bien, por mi parte bien porque Franco ha opositado con nota a estar donde se han partido la cara los que buscan los márgenes propios y los de su herramienta.
Lo siento en el alma, eso sí, por los que creían que en F1 todo era coser y cantar y habían puesto los huevos en la cesta del argentino que iba a quitar el aliento a los más reacios. Colapinto estrellaba su coche y lo hacía añicos porque, a diferencia de Sargeant, el cabrón del pibe austral iba en ese momento al límite, con un puto Williams, cabe advertir, pues Lance Stroll, un ejemplo, todavía no sabe lo que es hacer volar un bicho potente ya que, desde el habitáculo la vida se ve diferente cuando eres un auténtico piloto de Fórmula 1.
En realidad estaba esperando este momento, para qué os voy a engañar [Prueba de estrés]. Hoy, jueves, nos queda un escenario en el que ya se han retratado aquellos a los que todo esto les viene demasiado grande y, en otra frecuencia, a los que entendemos algo de Fórmula 1 aunque no nos dé las gracias la Autosport ni nos bendiga Martin Brundle.
El accidente del argentino en la clasificación para el Gran Premio de Sao Paulo sólo mostró hasta qué punto elevó su apuesta. Y si no entiendes de qué va la historia o consideras su resultado como un fracaso, mejor te buscas otro deporte con el que matar el rato.
Os leo.
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