Debe ser fruto de la mala suerte, pero de entre los que me rodean no hay ni un sólo aficionado al que le guste Las Vegas...
Hay que disputar el Gran Premio de noche porque sin luces de neón y leds la legendaria Sin City no da el tipo en la retransmisión, lo que nos mete en temperaturas anormalmente bajas para una carrera de Fórmula 1 porque el desierto de Mojave tiene sus cosas, sobre todo en noviembre, y eso que nos la cogemos con papel de fumar en cuanto caen cuatro gotas de lluvia aunque no importe tanto que los monoplazas circulen entre barreras de hormigón y sobre una pista fresquita con menos grip que el aparcamiento sin reasfaltar de un supermercado.
Las Vegas Strip Circuit es la tierra sagrada de Liberty Media, su apuesta personal, el portaviones que, aseguran los expertos, servirá para acercar definitivamente nuestro deporte al paladar del aficionado USA —¡suéltame, paladar!—, ya que Miami es Miami y el COTA mejor está como está...
Es lo que toca, obviamente. Luego llegará Drive to Survive y nos lo arregla, así que, por mucho que pataleemos por la ocurrencia, nadie nos va a librar del Gran Premio de Las Vegas ni de los grititos histriónicos de Bruce Buffer, ni de las presentaciones indicadas para públicos adolescentes o gente que comparte cocacola y hamburguesas en familia, y el lunes siguiente a la carrera nos habrá olvidado.
No me gusta Las Vegas, por si no se había notado, ni Los Juegos del Hambre, pero me queda una pregunta: ¿cómo es posible que el listón quede tan bajo en la Ciudad del Pecado y luego nos pongamos tan espesitos con otros trazados que sí forman parte de la historia de nuestra disciplina?
Os leo.
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