Son tantos pilotos a los que he visto partir sin el reconocimiento que, a mi modo de ver, se merecen, que me cuesta escribir estas líneas de despedida a Bottas.
Los obispos de la cosa nos recuerdan de tanto en tanto lo cruel que resulta todo esto, pero ellos, vosotros y yo, sabemos que lo de la crueldad no es sino el vasito de leche que toman algunos para conciliar el sueño tras cerrar sus gigantescas tragaderas.
Hay pilotos a los que se les putea de mala manera para que luzcan sus compañeros porque en su deslumbrante palmarés es donde reside la miga del negocio, y el del finlandés errante ha sido uno de los ejemplos más palmarios, tanto en lo que atañe a su jefe de filas hasta finales de 2021, como en lo que alude a una prensa especialista y una afición que, por mucho que miren hacia otro lado, no dejan de ser cómplices del actual estado de cosas.
Os leo.
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