Las alcahuetas han organizado bastante revuelo a cuenta de la vida personal de Franco Colapinto, cómo invierte su tiempo libre y con quién lo comparte, y, como sabéis de sobra, este tipo de milongas paternalistas me vienen muy a desmano aunque el paternalismo sea uno de nuestros peores pecados como afición.
Dar consejos es gratis, pero hay quien nos obliga a comprobar en redes lo poquito amueblada que tiene la cabeza y los muchos complejos que le quedan por superar, y no, no hay un sólo Colapinto, existen dos aunque vengan en el mismo envase: el que nos atañe como deportista y el otro, al que deberíamos dejar en paz en cuanto abandona el paddock y sus quehaceres profesionales.
Os leo.
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