viernes, 8 de mayo de 2020

Cosecha del 82


Prostvuelve afeaba mi falta de memoria en los episodios épicofestivos porque él era más de perseguir tifosi en el blog de Carlos Miquel antes de volverse el ferrarista más leal a la causa que ha existido jamás, que hasta adoptó el apodo de Turrini por homenajear al periodista que más ha hecho por la existencia de la italiana.

Fan de Alonso antes de aborrecerlo, de Nürbu antes de convertirse en mi archienemigo, de Alarcón antes de apropiarse del nombre de su blog, etcétera; como quiera que se llame en estos momentos, supone el ejemplo más gráfico de lo que ha significado la Fórmula 1 desde 2007 a esta parte: un ir y venir de figurines que buscaban liderar cierta parte de la afición en base a postureos más o menos eficaces, porque la mendacidad en redes sociales, ¡vaya!, resulta tan sencilla como efectiva.

En fin, él era de fechas y a mí nunca me han hecho demasiada falta, la verdad. Ha vuelto a morir Gilles en Zolder, por ejemplo, y no sé si tiene mucha utilidad recordar al canadiense tres décadas y algunos años después, porque nuestra Fórmula 1 actual no tiene nada que ver con aquella de 1982.

Empero, si parece relevante enfatizar el valor de lo genuino. Gilles lo era, y es quizás por eso que quedamos algunos que seguimos buscando en la mirada de los chamanes como él el brillo de la hoguera ancestral, y en sus dedos la sabiduría que da sentido a los huesos lanzados sobre la arena. El resto, lamentablemente, no es otra cosa que intentar parecernos, incluso en el valor que daban a palabras como esperanza antes de convertirse en seres humanos incapaces de contradecir las leyes físicas porque de algo hay que morir.

Lloré aquel 8 de mayo y supongo que volvería a llorar hoy. No porque vuelva a ser primeros de mayo, ni mucho menos por convencer a nadie, más bien porque hay mucho sentimiento de soledad y orfandad cuando echas la mirada atrás, y compruebas que nadie como aquel canalla para ilusionarnos con la posibilidad de rozar el cielo con la yema de los dedos...

Os leo.

1 comentario:

Lastra dijo...

Eran otros tiempos, otras carreras, otra clase de pilotos... Todo irrepetible, como el Ferrari 126 que ilustra el post, bello y terrible a un tiempo.

Salud, Maestro.