domingo, 25 de septiembre de 2022

Animaladas

Seguramente conoceréis muchos pilotos que habiendo decidido abandonar una escuadra, lejos de hacer lo que la mayoría, se marcharon poniendo el listón lo más alto posible. Desgraciadamente sólo recuerdo un ramillete que se puede contar con los dedos de una mano. 

Juan Manuel Fangio tenía claro que dejaba Ferrari al terminar 1956. No hacía migas con Il Commendatore y la cosa carecía de solución, así que marchó de Maranello habiendo hecho los deberes y con el cuarto Mundial de su cuenta personal bajo el brazo. Décadas después, Niki Lauda hizo lo propio en 1977, y más tarde aún, Alain Prost se permitió el lujo de salir de McLaren en 1989 con su tercero en el bolsillo, para irse a La Scuderia...

Imagino que hay más ejemplos, pero bueno, se habla mucho de la vinculación entre equipo, monoplaza ganador y conductor, aunque se suele pasar de puntillas sobre esas etapas que viven algunos pilotos en las que no todo es un camino de rosas porque parece que cada elemento de la ecuación rema para un sitio diferente, y, sin embargo, saben sacar las castañas del fuego a su gente e imponerse a los rivales.

Hoy hace 17 años que Fernando se coronaba en Interlagos (matemáticamente) como Campeón del Mundo de 2005 —Cata cumple años y es una fecha difícil de pasar por alto por mucho tiempo que transcurra—, lo que la gente ha olvidado o no quiere recordar, es que aquel mismo diciembre el asturiano anunciaba su paso a McLaren en 2007 [Fernando Alonso ficha por McLaren].

Como se puede leer en el cuerpo de el texto de Manel Serras, la noticia no sentó especialmente bien en la cúpula de Renault, a pesar de que el ínclito Carlos Ghosn —el ejecutivo que supo sortear a la Justicia en 2019 y bla, bla, bla—, había sembrado aquella temporada suficientes dudas sobre el futuro del equipo galo de Fórmula 1 como para llevar al de Oviedo a buscarse las alubias lejos de Enstone.

No me enredo. Quedaba por lidiar el toro de 2006 contra una Ferrari que pretendía retirar a Michael Schumacher como octacampeón, una FIA juramentada a que lo consiguiera, un patrocinador como Telefónica que terminaba contrato, y un Ghosn que no estaba por la labor de aflojar la mano en cuanto a recursos económicos para que La Régie saliera airosa de aquella batalla.

Al final todo salió bien, que es lo que queda. Lamentablemente también queda lo otro: la reescritura de lo sucedido como si hubiese sido pan comido, como si la pequeña estructura que dirigía Flavio Briatore fuese una McLaren o una Ferrari de la época, y, en definitiva, como si Fernando Alonso no hubiese intervenido más allá de lo razonable porque es sabido que en los éxitos coinciden el mejor equipo, el mejor vehículo y el mejor piloto (sic); como si el español fuera uno más, un tipo que no protagonizó una animalada, alguien que habiendo decidido irse no acabó cumpliendo su compromiso con el mismo nivel de exigencia de siempre, como tantos, ¿no?

Os leo.

1 comentario:

Erathor dijo...

El otro día leyendo un articulillo por ahí, me sorprendió encontrarme con un directivo de equipo que reconociese tan abiertamente la cultura antinatura que reina en la "máxima disciplina".

La parrafada era la siguiente:
"¿Cómo se sienten tras perder a Oscar Piastri?"
"También puede ser malo para el deporte. ¿Perder a Oscar? Apenas nos importa. Encontraremos un piloto que conduzca el coche y, al final, el coche determina el desempeño. Todo esto funcionará igual con él que sin él".

Desde luego uno de los directivos más lúcidos de los últimos tiempos el Rossi este. Ese que alaba sin cesar a nuestro estimado Gromenauer.

En su intento de justificarse por enésima vez se le ha escapado.
Los pilotos están para ponerlos ahí. La competición es de ingenieros. La épica en pista es sólo para los héroes elegidos.

Y aprovecho para citar otro párrafo de otro artículo relacionado con la no celebración del Gran Premio de Sudáfrica por falta de financiación:

"Aún así, estoy muy seguro de que estaremos en el calendario en 2024. Necesitamos crear más héroes deportivos para que nuestros hijos los sigan, y creo que ese es el beneficio de las carreras", defendió Roux. "Los niños deberían ver un Lewis Hamilton o un Max Verstappen para que puedan tomar como ejemplo".

No queremos competición. Queremos fabricar héroes artificiales y, para ello, tienen que primar las mecánicas por encima del desempeño de los pilotos.

Señores, la épica se crea sola,con pilotos del nivel de un tal Villeneuve o un tal Alonso que hacen volar cualquier trasto que les pongan entre manos aunque todo el stablishment esté en contra.

Más razón que un santo Jose. :).